Rondó para dos mujeres y dos hombres.
RONDÓ PARA DOS MUJERES Y DOS HOMBRES
Pequeño Teatro Gran Vía
Autor: Ignacio Amestoy
Director: Francisco Vidal
Intérpretes: Diego Martín, Roberto Ibáñez, Chusa Barbero y Rosa Mariscal
EL MILAGRO FEMENINO
Tal vez, nuestro objetivo sea un milagro; de cualquier forma, es lícito creer en los milagros, sobre todo si éste tiene nombre de mujer y es capaz de ahuyentar los miedos que alejan esa meta, ese fin y este inmediato presente. “Rondó para dos mujeres y dos hombres” es uno de los cuatro milagros escritos por Ignacio Amestoy que dan forma a una estupenda tetralogía, de la que aún resta por estrenar su título más dulce “Chocolate para desayunar”.
Ya hemos andado el camino (con o sin margaritas), hemos logrado acercarnos “peligrosamente” al hombre. Sara Sastre (Rosa Mariscal) lo ha conseguido. Es una de las violinistas más reputadas del mundo… Que lleva siete años callada, a la sombra de un “hombre”. Su camino ha encontrado un obstáculo importante… Tal vez, la importancia se la haya concedido ella misma, con un “sí” sumiso y enamorado.
Otra mujer logra escalar el enorme escollo de su compañera. Sofía Garcés (Chusa Barbero), el auténtico milagro de la obra, que abre los ojos a nuestra violinista, borrando rápida y definitivamente la sombra castrante de su joven y conservador marido (Diego Martín).
Como si la mujer no pudiese caminar sola, nuestra protagonista une sus pasos a los zapatos bohemios y liberales de Víctor Steiner (Roberto Ibáñez).
Dos hombres. Dos formas de seducir opuestas. Dos envolturas distintas. Dos maneras de conducirse divergentes. Dos rivalidades absurdas, pues ambos comparten el mismo fin; el mismo concepto; el mismo miedo; la misma impotencia, oculta en un caso en una falsa liberalidad y condescendencia y sobradamente manifiesta, en el otro.
La mujer ha logrado una igualdad legal, paradójicamente frágil. Cuando un principio fundamental impregna de ese milagro a todo un ordenamiento jurídico… Tal vez, ni la propia mujer se atreva a verlo, a saborear su independencia y consiguiente responsabilidad en su ejercicio… Tantos años a la sombra protectora y patriarcal, nos invalida y cercena. Lo más triste es, que la misma mujer extienda esa pegajosa red, atrapando nuestros sueños, cortando nuestras alas, mutilando un futuro que es nuestro por derecho…
¿…Y los hechos, y la realidad, y el hombre…?
Sobre el mundo planea la sombra del miedo.
Del miedo a compartir… Del egoísmo. Del miedo a ceder… De la soberbia. Del miedo a reconocer… De la intolerancia. Del miedo a perder… Del orgullo. Del miedo a no ser… De la ignorancia.
Un temor que abraza el camino de la mujer, llegando a sentirse incapaz de caminar sin la muleta inútil del hombre; tal vez, cuando esa mujer asimile su identidad, su valor, su capacidad y su derecho, la neblina del miedo deje de ser tan opaca, iluminándonos, generosa con los rayos milagrosos de la convivencia.
“Rondó para dos mujeres y dos hombres” es un maravilloso juego teatral. La comedia es el vehículo a través del cual nos llega la palabra certeramente escrita por Amestoy y sensacionalmente emitida por un cuarteto actoral magnífico, del que hemos de destacar al argentino Roberto Ibáñez.
Francisco Vidal, nuevamente, lleva a cabo una labor medida y sumamente cuidada que da como resultado una verdadera joya en la cartelera madrileña no exenta de un toque poético, entrañable y lleno de utopía: Una mujer no pondría su futuro profesional en juego, por solidarizarse con otra mujer. Ésa, quizá, es la lección más importante que nos queda por aprender y donde, esta vez sí, los hombres nos llevan una ventaja tal, que nos debería, cuando menos, avergonzar.