Críticas de espectáculos

Bent/Martin Sherman

Hubo un holocausto gay
Obra: Bent
Autor: Martin Sherman
Traducción: Ana Isabel Font Mosquera
Intérpretes: Daniel Freire, Luis Callejo, Nacho Guerreros y Juan Sinmiedo, entre otros. Dirección: Gina Piccirilli
Teatro Nuevo Alcalá. Sala II
El 30 de junio de 1934, tuvo lugar una de las noches más largas de la historia; “La noche de los cuchillos”. Doscientos dirigentes alemanes fueron asesinados en una, más que teórica, limpieza de homosexuales.
Esa noche da comienzo la historia de Max. La memoria convertida en obra de teatro de Martin Sherman. Una historia de amor arropada por las luces sugerentes de una cabaret, por el recuerdo de un sueño imposible o por los consejos inexplicables de un familiar anclado en la apariencia ridícula e irremediable.
“Bent” (Expresión inglesa de desprecio a los homosexuales) es el amor que surge y triunfa entre el enloquecedor trabajo realizado en el campo de Dachau; es la libertad que agoniza entre las electrizadas vallas que acotan el futuro de la humanidad; Es la generosidad en un presente atenazado por la muerte y la única opción para la supervivencia.
Tal vez, esta obra, coqueta, íntima, cercana y llevada a la escena de un modo tremendamente veraz y sentimental, tarde un poquito en conducirnos a la esencia. Quizá se detenga y recree en las escenas del Cabaret de Greta (Juan Sinmiedo); escenas demasiado recurrentes, por otra parte. Tal vez, la imagen del homosexual travestido, promiscuo y superficial hubiera sobrado en una historia centrada en unas preguntas que tardan un tanto en formularse, aunque cuando brotan de los labios de Max (Daniel Freire), Rudy (Luis Callejo) o Horst (Nacho Guerreros), lo hacen de un modo desesperado, asfixiante, impotente y conmovedor (¿…Qué hemos hecho, por qué a nosotros…?)
La esencia de “Bent”, su razón, su porqué se halla en esos días interminables, en ese ir y venir sin sentido, en ese transportar de un lado a otro, de una esquina a otra, unas piedras. Las losas de una condición que Max quiere ocultar – Ser homosexual es más vergonzoso que ser judío- y que Horst reivindica con orgullo y dignidad. En ese amor que nace y crece robusto, con las vitaminas de la fuerza, de la resistencia, de la humanidad y de la libertad huidiza entre las pisadas atronadoras de quienes son auténticos cautivos del dogma y la intolerancia.
“Bent” es el recuerdo de un presente que continúa saboreando el odio y el rechazo; la injusticia y la hipocresía de una sociedad que sigue consintiendo, que sigue mirando sin decir nada, mientras las palabras, mudas, se pierden en las paredes sordas de un vulgar patio de vecinos.
El público aplaude, ovaciona, esta sencilla obra de teatro, porque se viste con los ropajes de la veracidad, de la naturalidad, del trabajo bien hecho, de la proximidad y cercanía de unas emociones que flotan en un patio de butacas que en más de una ocasión se siente preso en un pasado hostil e injusto, se siente comprometido con una memoria reacia a evocar según qué cosas. Eso que no hemos de olvidar; como no se olvida lo que jamás podrán quitarnos… El poder que nos hace Ser mucho más de lo que se lee en la inscripción de una etiqueta, una estrella o un triángulo; el poder para decidir, para optar, para amar, para abrazar o para Marcharnos con aquél o aquélla que nos recordó La Libertad que nos hace iguales más allá de las diferencias.


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