La Sucursal/Isaac Cuende/La Machina Teatro
Canción triste de acordeón
Obra: La Sucursal
Autor: Isaac Cuende
Intérpretes: Fernando Madrazo, Luis Oyarbide, Alberto Sebastián
Escenografía: José Helguera
Vestuario: Paula Roca
Música original: Yuyo Hornazabal
Dirección: Francisco Valcarce
Producción: La Machina Teatro
Centro Cultural Caja Cantabria –Santander- 10-08-05
Los tres personajes forman una cadena de producción. Un capataz y dos productores. Sobre ellos está el jefe, el patrón, el dueño, alguien que ha invertido y que tiene sus sucursales repartidas por la ciudad. Forman parte de la división acordeonista de una industria en auge: la mendicidad. Este planteamiento de Isaac Cuende se expresa en este trabajo con una suerte de grácil desolación. Está en la frontera del expresionismo, hay momentos estéticamente brillantes, con movimientos acompasados y una iluminación que nos trasladan a espacios imaginarios de gran profundidad, pero después la palabra, tan realista, tan afinada para que la escuchemos como sacada de un trozo de vida cotidiana nos acongoja, pero nos vuelve a otra realidad teatral menos sobrecogedora, más utilitaria, pero muy eficaz. Es la manera de llegar directamente a los públicos, que reaccionan ante el gag, ante lo obvio, ante esa lección de capitalismo feroz que nos está dibujando el capataz, el que se cree algo más que los otros dos pobres operarios, que los otos dos pobres mendigos acordeonistas que deben aprender aceleradamente como poner cara de pena, como buscarse la vida en la calle.
Los tres actores crean unos personajes entrañables, mitad pícaros, mitad ingenuos, una de las últimas escalas, la clase menos desprotegida, los que ya han traspasado el umbral de los derechos. Pero les queda un poso reivindicativo, al menos una duda, no entienden la explotación que les plantean, quieren luchar contra la esclavitud a la que les abocan, pero las circunstancias mandan, siguen tocando, siguen marchando, fingiendo o luciendo sus deformaciones físicas, sus deficiencias mentales, sin apenas esperanzas, a la búsqueda diaria de un trozo de pan, de un colchón, quizás de un abrazo. Trabajan en una sucursal urbana de la multinacional de la pobreza y hay una voz que manda trabajar al veinte por ciento. Todo en un trabajo teatral muy condensado, muy atractivo, muy comprometido. Una canción triste tocada al acordeón por tres almas en pena.
Carlos GIL