El año de Ricardo/Angélica Liddell
Rotunda
Obra: El año de Ricardo
Autora: Angélica Liddell
Intérpretes: Gumersindo Puche, Angélica Liddell
Iluminación: Carlos Marquerie
Diseño espacio escénico, vestuario y dirección: Angélica Liddell
Producción: Atra Bilis
Sala La Fundición –Bilbao- 09-04-06
Texto. Acción. Texto. Compromiso. Discurso. Estética. Un correlato magnífico de rotundidad ideológica, ética, estética, política. Angélica Liddell ha escrito un texto rotundo. Excelente. Una suerte de monólogo con varios resortes, que interpreta de una manera tan rotunda como concluyente. Todos los tics totalitarios, todas las dejaciones, todo aquello que va en contra de la libertad del ser humano es denunciado. Colocado cada pensamiento en su casilla, en su tono, en su grosera rotundidad. A veces simbólica, en otras hiperrealista, siempre directa, siempre teatral. Texto, palabra dramática, palabra que se eleva, tanto por su cruda poética, como por su sintaxis y la prosodia empleada, para convertirse en una rotunda herramienta de concienciación comprometida.
No es posible no sentirse concernido por este espectáculo. Si una de sus tesis transversales es la relación entre Poder y cuerpo, en el hecho escénico eso se convierte en palabra, acción y el cuerpo presente de cada espectador consternado por las palabras, por las acciones, por los conceptos, por la selección musical, por la textura de la iluminación. Este ser que se inspira en el Ricardo III resulta ser bastante más peligroso. Se convierte en un bufón que nos muestra nuestras propias complicidades con todo lo que sucede, que nos señala por colaborar por omisión o consentimiento con regímenes que pretendiéndose democráticos se ha convertido en dictaduras. No hay estamento que quede libre de su mirada, no hay trozo de nuestra conciencia que no se vea atacado, ni poro de nuestro cuerpo que no sienta la penetración de unas verdades desagradables que nos ayudan a despertar de nuestro letargo de consumidores biempensantes.
Y todo ello expresado en términos escénicos y teatrales contundentes, pero de gran entidad artística. No es un panfleto, ni una pancarta, es una gran dramaturgia realizada sin concesiones. Optimismo expresado en términos pesimistas. Un gran trabajo teatral, de primera categoría. Por si quedaban dudas: una gran mujer de teatro que se muestra como autora, escenógrafa, directora e intérprete. Me duelen las manos de aplaudir.
Carlos GIL