Juul, ¿qué te ha pasado?/ Cía. Ultramari
EL INCREÍBLE JUUL o TE HAS PASADO, MACHO
(Reseña de «Juul, ¿qué te ha pasado?», de Gregie de Maeyer y Koen Vanmechelen, por Cía. Ultramarinos de Lucas, Sala Beñat Etxepare Aretoa, 6-8/II/06, Vitoria. Basado en el relato homónimo publicado por Ed. Lóguez, Salamanca, 2006.)
Adaptación teatral de Juul, ¿qué te ha pasado?, un brevísimo relato del desaparecido escritor belga Gregie de Maeyer -ilustrado con fotografías de las esculturas para la obra del también artista flamenco Koen Vanmechelen-, el montaje del grupo Ultramarinos de Lucas, de Guadalajara (España), constituye un juguete dramático- roto sobre el acoso a un niño –Juul-, representado por un marote de madera de tamaño natural –o pasmarote- que se desmontará como un rompecabezas, anti-Pinocho –Pinocho terminal o del revés-.
JUUL, OBJETO DEL ACOSO DEL MATÓN Y COMPAÑÍA
Haciendo de la necesidad virtud, los mismos actores dan vida a los artesanos adultos que construyen el muñeco y, mediante verdugos o pasamontañas –blanco, verde y rojo-, a los adolescentes que se la quitan, en un juego de de/construcción de mecano de color.
Dentro de una estética grotesca –más cercana a la deshumanización de Kayser que al descuartizamiento festivo del carnaval de Bajtin-, la elección de una marioneta gigante para la pasión y muerte de Juul permite, muy acertadamente, representar la cosificación del ser humano –objeto del acoso y derribo-, mediante connotaciones degradantes –así las referencias a lo animal, vegetal, mineral o a simples cosas- desde el expresionismo unidireccional y sarcástico del poder que va de Quevedo al esperpento de Valle-Inclán –y el perspectivismo macro y micro del muñeco articulado en escena y en una maqueta, minimal y mínima respectivamente-.
Y esa mutilación progresiva, a partir de los rizos del pelirrojo, de los sentidos -orejas, ojos, lengua: ni oír, ni ver, ni hablar (del peluquín)-, y el subsiguiente despedazamiento de los miembros -piernas, manos, brazos y tronco-, en un sádico juego cruel que aboca al títere “con cabeza” a un masoquismo autopunitivo, le dará leña -haciendo astillas del árbol caído hasta hacer de él tabla rasa- al tronco –madero, tarugo, zoquete, con patas de palo, brazos de palillo de tambor y la cabeza hueca llena de serrín- de un lignum crucis, para más INRI.
Y, por si fuera poco, la hipérbole como recurso unificador que multiplica, a manera de hipérbola, las sucesivas mutilaciones de piezas desmontables del cuerpo en la estrategia de desintegración -in crescendo- de un Juulandrón a manos de un Juuligang integrado por personajes planos –de encefalogramo plano-, con el estribillo de hirientes juuligags.
¿TÍTERE SIN CABEZA O CABEZA SIN TÍTERE?
Las sucesivas y morosas fases de esa aniquilación tienen como escenario un espacio mutante que es sucesivamente taller artesano, estación de tren, jaula del zoo y cadalso, de donde penderá al fin -en el arcano del tarot o en una juvenil partida al ahorcado- la cabeza parlante que, en su desahogo ante Nora, reconstruye los hechos, rebobinando en el instante de la agonía su calvario, en un ejercicio de multiplicidad simultaneísta y de fragmentariedad de la puesta en escena calidoscópica propia de un costumbrista cuadro flamenco de Bruegel –o tabla de Flandes, con la cabeza puesta en una pica en Flandes-, con carricoches que recuerdan la indefensión del tullido -“Tú me mirabas”- acosado por una mara en Los olvidados de Buñuel y otros artilugios y artefactos mecánicos, bajo la lóbrega y tenebrosa iluminación, acompasada al parpadeo, con trepidante banda sonora.
HACIA EL CONSTRUCTIVISMO
Y, en un epílogo dramático, que se aleja del texto seguido al pie de la letra –obviando el desenlace del escritor de Artis mutis que cuenta su historia con un lápiz de carpintero en la boca- por un final más polisémico, los Gepetto volverán a recrear mecánicamente lo que de chicos –Gestapo- destruyeron, evidenciando la ambigua pulsión, paradójica y contradictoria, del Hombre, con un desenlace circular -círculo vicioso- en la cuadratura del escenario.
Y hasta luego, Lucas.