Críticas de espectáculos

Crónica de Juan Agarrotado/loscorderos.sc.

Desbordante
Obra: Crónica de Juan Agarrotado
Intérpretes: David Climent, Pablo Molinero
Iluminación: Ana Rovira, Oscar de Paz
Música: Mireia Tejero
Creación, Dirección y Producción: Compañía Loscorderos.SC.
Sala La Fundición – Deustua- 30-04-06
Dos hombres vestidos con ropajes similares, peinados con un estilo de reminiscencias de los ochenta, dispuestos en un espacio presidido por una mesa y dos sillas, realizan una ceremonia de aproximación y desencuentro. Un encuentro aparentemente cotidiano, un ritual convencional que se rompe de súbito para adentrarnos en un mundo desquiciado, con toques absurdos, en donde el texto se envenena en sus reiteraciones, las acciones se cortan, o de reactivan por procesos internos no comprensibles a primer avista por el espectador, pero que corresponde aun código interno.
Mientras se hace el planteamiento, el movimiento es sereno, peor de repente se entra en una fase de desquiciamiento, en donde la música envuelve todo, crea un ritmo espitoso, en donde los dos actores-bailarines van demostrando una entrega física realmente impresionante. Es como entrar en una turbina en la que las fuerzas centrípetas fueran condensando sudor, excesos, emociones. Y de repente los cuerpo exhaustos paran, muestran su obsesión por un rigor espacial, mueven apenas un centímetros las sillas, o la mesa, y hablan. Hay momentos en que esos textos pueden tener esencias becketianas. No son diálogos absurdos, sino síntomas d la incomunicación. No es un juego de palabras, es una trampa de palabras que no descubren sino que cubren las intenciones reales.
Todo es muy denso, con una intensidad en ocasiones al borde de lo soportable, es decir esa entrega física, esos movimientos tan constantes, incomodan al espectador, lo colocan ante una realidad escénica que se deconstruye y se construye, en donde la música es otro personaje, el cigarrillo un elemento escénico y los movimientos se encadenan para acabar en un acto de amor. En una paz que no se sella con palabras, sino con actos. La entrega de los dos intérpretes es total, su capacidad de compenetración absoluta, su eficacia comunicativa se agranda con el aspo del tiempo, cuando el esfuerzo físico deja paso a la luz de una sonrisa, de un gestos posterior a una guerra de besos. En cualquier caso es desbordante en todos los parámetros de la puesta en escena. Iluminación, música, espacio, vestuario, todo lo hace un espectáculo que subyuga desde su propia entidad.
Carlos GIL


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