Dónde pongo la cabeza/Yolanda García Serrano
Violencia heredada
Obra: Dónde pongo la cabeza
Autora: Yolanda García Serrano
Intérpretes: María Pujalte, Jorge Bosch, Charo Zapardiel, Marta Bódalo, Pilar Gómez
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Vestuario: Javier Zapardiel
Iluminación: José Manuel Guerra
Dirección: Tamzin Towsend
Producción: Producciones Teatrales Contemporáneas S.L.
Teatro Barakaldo – 09-02-07
Hay obras de teatro que parten de un planteamiento emocional del que es difícil estar en contra. La violencia doméstica, los maltratos, el infierno de algunos matrimonios, es algo vivo, socialmente puesto en cuestión y sobre el escenario provoca la adhesión hacia el más débil de manera automática. Este texto de Yolanda García Serrano es una muestra más de maniqueísmo, el hombre se explica, muestra sus debilidades, nos hace comprender que es algo que le viene de su educación, de las actitudes aprendidas del bestia de su padre y que ha ido creciendo en él un monstruo que es capaz de maltratar, pegar, dar palizas y poner al borde la muerte a su mujer, a la que ama, pero empieza a no soportar y la convierte en su posesión, en su objeto constante de tortura.
La mujer es la que nos explica toda la peripecia en primera persona. Una peripecia que es creíble porque es uno de los muchos casos existentes, una pareja que se conoce con por problemas de ambos y que el matrimonio los agranda. Existe en la trama un momento de fuga, una ocurrencia que no acaba de plasmarse nada más que como un sueño. Ella es la que toma la iniciativa y en colaboración con su sicóloga y su abogada intentan deshacerse del cuerpo del agresor, agredido. Se corta esa ilusión, es una ensoñación, y volvemos a lo que es habitual, a la linealidad de tantos y tantos casos, con denuncias, amenazas y un rosario de situaciones penosas después de la separación.
Nos solidarizamos, aceptamos el juego de fondo, pero no nos saca de casi nada las formas. Está bien que exista lugar para el humor, pero en su conjunto es tan costumbrista, que parece un docudrama de perfil bajo. Las actuaciones son suficientes, aunque destaca el poderío de Jorge Bosch en sus transformaciones, con un María Pujalte en su sitio, sin destacar, acompañada con discreción por el resto de actrices. La escenografía tiene una buen plástica estática, pero en cuanto se debe utilizar para formar espacios se delata como ineficaz. La intención es muy buena, su realización, no tanto.
Carlos GIL