18º Festival de Teatro de Calle de Lekeitio. ’07
Al igual que el mar acaricia, lava o azota sus playas, durante el primer fin de semana de julio el Teatro –con mayúsculas- de calle arrasó Lekeitio un año más, porque cuando ganas, buen gusto y deseo se juntan solo nos queda dejarnos llevar y rendirnos ante la evidencia de que los elementos son caprichosos y nos dominan a su antojo. Todo comenzó con la venta ambulante de «El Cucumis-melo» de mano de los navarros ATIKUS, que, tras convencernos a todos del incomparable valor nutritivo del melón, dieron el relevo escénico a los vizcaínos GAITZERDI con su «Kulunka», toda una demostración de fusión vanguardista en la que música, percusión de reciclaje, coreografía, fuego y agua nos embaucaron con una puesta en escena 100 % plástica e hipnótica. La noche del viernes culminó al más puro estilo de «El día de la Bestia»: extraños seres intergalácticos trataron en todo momento de impedir el viaje de regreso de los valencianos SCURA SPLATS. Todo Lekeitio se transformó en un nuevo microcosmos, «Cosmic»: Esta fauna planetaria prendió –literalmente- fuego a todo el pueblo, invitando al público a seguirlos con su correfoc y pidiéndonos nuestra compañía en su odisea particular, ¡hasta una tímida lluvia replegó sus velas a favor del fuego! El sábado comenzó con una auténtica lección de versatilidad; los muchachos de SCURA volvieron a conquistar Lekeitio, pero desde un tono escénico mucho más amable y familiar, «Macroscopi»: tres hinchables móviles (un ciempiés, una araña y un caracol de dimensiones inimaginables) eran guiados por unos duendecillos -zancudos e hidráulicos- para gozo y disfrute de los más pequeños (y de los que no lo somos tanto) en un pasacalles multitudinario donde alternaron sus travesuras, juegos y propuestas. Los encargados de iniciar la tarde fueron los guipuzcoanos TRAPU ZAHARRA con «Vis a vis», desde donde planteaban una crítica humorística a esos grandes monstruos, por desgracia más reales que teatrales, que son los préstamos bancarios. El humor siguió protagonizando la tarde con el equipo policial más torpe que nunca debió abandonar la academia (¿o sí?): El grupo francés CARNAGE PRODUCTIONS presentó «G.I.G.N. (Grupos de Intervención Globalmente Nulos)», espectáculo que merece una mención especial por la gran desproporción entre medios empleados y resultados obtenidos: con unas cuerdas, una bolsa y unos tubos como todo atrezzo, estos mal llamados policías consiguieron mantener la atención y el silencio del público más exigente, los niños, con una obra sin voz, sin texto, sin luces ni música. La consecución de gags protagonizada por estos excelentes clowns obtuvo sus bien merecidos aplausos. La tarde avanzó sin salir de Francia con el que sin duda fue el espectáculo más sorprendente e inesperado del Festival: LES TROIS POINTS DE SUSPENSION deleitó con «Monsieur Baryton»: Un domador de circo adiestraba a tres bestias, híbridos entre la tristeza del arlequín y la sumisión del animal de circo, que obedecían al déspota desde el miedo al azote y la recompensa del azucarillo. La rudeza, maltrato, incluso golpes, con los que el domador-barítono regalaba a sus animales circenses, contrastaba con lo etéreo, grácil y liviano de sus movimientos precisos y coreografías de gran belleza plástica a más de tres metros de altura. El espectáculo culminó en La Tala con un intercambio de papeles: las bestias dominaron por un momento al dictador, convertido en su ocasional marioneta y juguete. La noche, perfecto escenario para los artificieros, abrió sus puertas con los vizcaínos DEABRU BELTZAK y su «Bande Déplacé». Estos seres satánicos arrastraron al público a un pasacalles donde la percusión, la luminotecnia y el fuego fueron los protagonistas, perfectos teloneros de la ópera magna de esta 18ª edición: «Helios II» de los franceses MALABAR. Con una estética entre el futurismo mecánico, ropajes de la Commedia dell’Arte y el espectáculo circense, una Mantis Religiosa pantagruélica y desmesurada albergaba una banda de músicos que fueron desde el rock hasta el chillout; desde La Tala hasta la plaza, en un pasacalles musical presidido por una gigantesca dama de ceremonias que abría paso entre la multitud para que el gran insecto al que rendimos pleitesía pudiera llegar hasta su destino. La grandiosidad de la Mantidae estuvo aderezada en todo el pasacalles por unos seres bufonescos sobre zancos que, a las órdenes de la Gran Sacerdotisa Medieval, nos deleitaron con bailes y akelarres; una vez en la plaza, el espectáculo no acababa más que empezar, y, una vez más, la lluvia no tuvo más remedio que retirarse: pirotecnia, malabares, bailes… todo impregnado de una plasticidad coral y geométrica donde simetrías y asimetrías fueron las grandes protagonistas. La mañana del domingo contrastó con el exceso hiperbólico del sábado noche. Los también franceses MACADAM PIANO nos invitaron a acompañarlos, desde la plaza hasta el puerto y vuelta a la plaza, a un singular concierto de piano móvil; el espectáculo «Enfin le piano de concert se promene dans les rues» aportó la música de cámara, el marco incomparable del puerto de Lekeitio puso el resto. Cuando ya todo parecía visto, y como broche de oro del Festival, éste concluyó con el estreno del último espectáculo de los vizcaínos HORTZMUGA: «Moment0». Personajes que habitan en la calle protagonizaron sus miserias personales y vitales en diferentes puntos de la plaza. Desde la melancolía de las piezas musicales que acompañaban a cada uno de los actores, nos transmitieron su decadencia, lo grotesco de sus modus vivendi, sus miedos y su opción de vivir en la anarquía soberana de la marginalidad del sistema. Estos personajes produjeron miedo, pena, asco, burla, ternura… en un acto de catarsis de la más pura tragedia clásica: el teatro ha de hacernos pensar, porque solo desde el pensamiento podremos actuar, ahora ya, en nuestras vidas. La 18ª edición del Festival de Teatro de Calle de Lekeitio ha sido en su globalidad un panespectáculo variado, rico, ecléctico y, lo más importante, divertido y entretenido. Todo un referente escénico de lo que hoy hay “en mercado”, un delicatessen para los sentidos, donde el buen hacer de sus organizadores y el talento y calidad de los espectáculos que han urdido esta gran tela de seda y lentejuelas han vuelto a triunfar un año más. ¿El resto? El resto lo puso Lekeitio.