Críticas de espectáculos

La Revista Negra, New Orléans forever/Jérôme Savary

Fiesta de la negritud
Obra: La revista Negra, New Orléans forever
Autor: Jérôme Savary
Intérpretes: Michel Dussarrat, Allen Hoist, Miquel Ripeu, Nicole Rochelle, William Aballi-Perez, Myorah B. Middleton, Brian Scout Bailey, Stéfanie Batten Bland, Maud Bellance, Meimouna Coffi, Kendrik Jones, Jozeph Wiggan, James Alsanders, Orlando Poleo, Michel Bastide, Philippe Georges, entre otros
Escenografía: Jérôme Savary
Iluminación: Pascal Nöel
Vestuario: Michel Dussarrat
Coreografías: Stéfanie B. Bland, Brian S. Bailey
Dirección: Jérôme Savary
Producción: L.R.N. production, Théâtre National de l’Opéra Comique, Ayuntamiento de Béziers, Festival de Perelada, Anexa
Teatro Arriaga – Bilbao- 17-08-07
El franco-argentino Jérôme Savary, creador de Le Grand Magic Cirkus en los años setenta, tiene una concepción del teatro como una fiesta popular, completa, total, en donde el texto, la música, el baile, el espectáculo se convierte en una forma expresa de crear y recrear mundos. Llega, como siempre, con un gran espectáculo, con una compañía extensa, actores, bailarines, músicos, todo en vivo y en directo, y un fin de fiesta con el propio demiurgo presentando a la compañía, tocando la trompeta, cantando jazz, un hombre de teatro total que transmite amor por el espectáculo popular, pero no como una manera de escapar, sino como una manera de concienciar, de recordar, en el que la memoria es parte activa de la dramaturgia.
En esta ocasión hace una pirueta un poco complicada. Partiendo de una gran artista popular en el París de los años treinta, Josephine Baker, cuando todavía en el centro de la capital francesa, en el famoso Jardin des Plantes se exhibían tribus de negros africanos, cuando el colonialismo francés estaba en plena vigencia, la joven cantante triunfó con una obra llamada “La Revue Nègre”, en la que todos los actuantes eran de procedencia africana, con músicos de jazz recién llegados a Europa. Desde ahí, se remonta a la historia de la esclavitud, y sitúa la acción en New Orleáns tras el paso devastador del huracán Katrine y poder acercarnos a una revisión del jazz como expresión de la negritud, como lamento y como salvación de clase. De estos ingredientes va fabricando una gran fiesta d ela negritud, un espectáculo trepidante, clásico en su estructura y en sus formas, pero rezumando la necesidad de compartir con el público los ritmos, la alegría, las sensaciones, las emociones.
En el día de su presentación la primera parte pareció algo encallada, como si le costase arrancar. Problemas técnicos provocaron esta distancia, resuelta de manera brillante en al segunda parte, en donde después de todas las peripecias se llega al recuerdo evocador de aquella revista parisina, con una actriz-cantante-bailarina de primera magnitud, Nicole Rochelle, dando vida a la homenajeada y con toda la compañía funcionando de manera espléndida, con cambios de vestuario fulminantes, dando un ritmo trepidante a todas las escenas, con números muy buenos entre los que destacan los dos jovencísimos bailarines de claqué, que ocupan varios minutos con calidad y elegancia. Una fiesta de la negritud, un alegato antirracista, el triunfo del teatro en vivo y en directo, con una escenografía adecuada al viejo estilo de cortinas, algunos detalles delirantes como un inmenso elefante móvil en medio de escena durante tres minutos y un elenco de gran calidad individual y de gran cohesión colectiva. Una fiesta para las fiestas.
Carlos GIL


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