Don Juan Tenorio/L’imprebis.
DON JUAN TENORIO. Compañía L’om Imprebis.
Teatro Jaime Salom, de Parla.
Autor: José Zorrilla.
Director: Santiago Sánchez.
Intérpretes: Fernando Gil, Luis Álvarez, Carles Montoliu, Trinidad Iglesias, José Juan Rodríguez, Sandro Cordero, Alba Alonso, Carlos Lorenzo, Gorsy Edu, Marina Barba y Patricia Martínez, entre otros.
UNA NUEVA MIRADA PARA DON JUAN.
Es quizá la obra más popular del teatro español. Es quizá la obra de la que se han llevado a cabo más versiones. Es quizá el texto más proclive a que de él se extraigan nuevas lecturas a partir de nuevas miradas, nuevas perspectivas. O quizá no. Quizá nos atengamos al mito, a las palabras de Zorrilla y no veamos más allá, no queramos ver o no nos atrevamos. Este ha sido el reto de L’om Imprebis. Tras “Galileo” y “Quijote” aborda con entusiasmo el tercer personaje marcado por el idealismo, por el afán de romper las reglas y de no atenerse a los dogmas, “Don Juan”. Se completa así la trilogía de los idealistas, de los perdedores que, sin embargo, triunfan con la osadía de enfrentarse a lo establecido. Don Juan no es sólo el hombre a cuyo lado va el escándalo, no es sólo el hombre que a la razón atropella, que a la virtud escarnece y que a la justicia burla… sí lo es “¡Vive Dios!” como diría algún personaje… pero además de eso, es el hombre que descubre el amor en la pureza, en una virtud que no es capaz de tocar, en la inocencia de un alma que ve en él algo más que ni tan siquiera ha llegado a conocer. Es en ese instante cuando descubre en sí a un Don Juan nuevo, capaz de empezar una nueva vida, lejos de apuestas y hazañas vergonzantes… Un Don Juan decidido a postrarse de rodillas ante el Comendador, decidido a humillarse por el amor y al que se le niega una segunda oportunidad. La sociedad le niega esa segunda oportunidad; la moral acostumbrada a no perdonar condena a Don Juan a caminar a través del sendero oscuro por el que había transitado hasta entonces… esa misma moral condena a Doña Inés, incapaz de no ver más allá de las paredes de una celda gris cuando ha sabido ver la inmensidad en los ojos del amor…
L’om imprebis en su mirada al mito de Zorrilla, ha llevado a cabo una lectura sumamente humana y conmovedora. La puesta en escena es muy limpia y sutilmente metafórica, sobre todo en el momento del regreso de Don Juan a Sevilla, cuando decide visitar el panteón que está concluyendo el escultor. Las estatuas no son de cartón piedra. Los mismos actores, en un ejercicio de equilibrio y concentración perfectos, permanecen impasibles a los ojos y las palabras de un Don Juan asustado, triste… y desolado, también, cuando descubre la figura de Doña Inés. Esas estatuas le hablan, lo acompañan en la última cena y en su último paseo. Doña Inés también pasa a su lado en unos momentos extraordinariamente bellos. Esas estatuas humanas resultan ser unos pesados recuerdos, unos remordimientos culpables, una conciencia desesperada y descorazonada cuando descubre que él también ha sido la causa de la muerte de una Inés que, sin embargo, continúa esperándolo más allá de la vida…
La concepción es excelente, también lo es la clásica escena del sofá, sin sofá y sí con una sensualidad absoluta. Don Juan y Doña Inés se reconocen a sí mismos en los populares versos y a punto de besarse concluyen unas de las rimas más hermosas de nuestro teatro.
La interpretación es buena. Fernando Gil, como Don Juan, no llega a estar a la altura que requiere el papel, aunque la obra de teatro se estrenaba el día anterior… Alba Alonso como Doña Inés sí tiene en sí la candidez e inocencia del personaje, aunque le falta expresividad y proyección en la voz. Quizá Carlos Lorenzo como Luis Mejía es, entre el extenso elenco, el que resuelve su papel con más solvencia y entidad. Aunque desde luego, en el segundo acto y en la escena del cementerio, todos los intérpretes convertidos en estatuas realizan un trabajo soberbio creando un ambiente verdaderamente inquietante.
Sofía Basalo.