Críticas de espectáculos

19º Festival de Teatro de Calle de Lekeitio

19º festival internacional de teatro de calle de Lekeitio Los días 11, 12 y 13 de julio el teatro se apropió de las calles de Lekeitio, o las calles dejaron transitar al teatro: en cualquier caso la calle y el teatro se unieron en el 19º festival de teatro de calle de Lekeitio. En la edición de este año fue Zuberoa la encargada de aportar el sabor tradicional vasco de mano de Amaren alabak y de Mikel Etxekopar eta Pierre Vasier. Las primeras nos embaucaron con los cantos tradicionales suletinos interpretados a capella con la sobriedad y frescura que este sexteto trajo de su tierra; por el contrario, el segundo conjunto supuso la suma del sonido tradicional vasco y del humor del payaso en su espectáculo para todas las edades, Duo. Con todo, el humor cobró varias formas, por ejemplo el grupo alemán Bängditos y su trabajo Die Schutzengel, en el cual un camión de bomberos quemó la plaza para después inundarla en un ambiente familiar. La fórmula de los catalanes EFS fue muy otra: se basaron en la parodia de un entierro, y se llevaron de calle a todo el pueblo en plena comitiva fúnebre, eso sí, sin soltar ni por un momento el ataúd que portaba el título de huMOrtal; por su parte, Iñaki Mata mobilizó a todo el pueblo a ritmo de su silla de ruedas con su performance Barreras. Especial mención merece el francés Ulik y su Mecanomique, el único hombre bala que no vuela, si bien hizo volar las carcajadas de un público embelesado desde el comienzo de su trabajo. Los vascos también tuvieron ocasión de pasear su humor por Lekeitio: Ganso, con Renato, nos mostró sus habilidades circenses aprendidas con un kit de teletienda, mientras que Trapu zaharra y El concursazo planteaban pruebas a superar por una familia que optaba a un puesto de funcionario para el benjamín de la casa. Como no podía ser de otra manera, en esta edición no podía faltar uno de sus clásicos: el pasacalles con fuego. Los responsables este año han sido los franceses Hanna Bi: un dragón gigante, unos híbridos entre monos y trogloditas, una geisha que cantaba en directo, un motorista y –cómo no- el fuego arrastraron desde la plaza y por todo el puerto la atención del respetable con su trabajo Zoo. La legende du roi Singe. Las golosinas llegaron desde lejos este año, concretamente de Québec y de Rusia. Los quebecoises Les sages vous nos mostraron su The Bizzarium: aquarium; dos navegantes se convierten en submarinistas, y en el fondo marino se encuentran con un sinfín de seres vivos: una exquisita puesta en escena donde actores y marionetas eran igualmente protagonistas en un preciosismo estético recreado en una danza conjunta. Por su parte, los rusos Mr. Pejo’s Wandering Dolls y su trabajo Mutabor evocaban la melancolía y nostalgia del circo con la parsimonia y ritmo que parecían sacados de una novela de Dostoievki. Pero sin duda alguna los tres platos fuertes del festival nos llegaron de Portugal, Castilla-León y Euskal Herria. Los vizcaínos Markeliñe presentaron su Terapia para salvar a la pareja del tedio diario; ante tan recurrente tema, optaron por una puesta en escena basada en alturas y volúmenes, un ritmo ágil, tono de parodia y unos actores de interpretación magistral. Desde Portugal llegaron Teatro do mar y su Nusquam: también de tema recurrente, este más que brillante trabajo de vanguardia se defendió a la perfección desde una forma representativa basada en escenarios múltiples y unitarios que reforzaba la idea temática del aislamiento y mediocridad social del siglo XXI. Como broche de oro y cierre del festival, los castellano-leoneses Cal y canto estrenaron en Lekeitio su Éxodos: más temas recurrentes, la inmigración, en envoltorio formal de cuidada factura: como si de un Odiseo en busca de su Ítaca se tratara, un marroquí sufre su propio periplo en busca de esa “tierra prometida” que no es otra que la España cañí de botijo y pandereta, Guardia Civil benemérita y coplera, y olor a sopa de ajo. Asuntos como la inocencia, el abuso, la xenofobia, la administración incapaz e incompetente… viajaban junto con los actores y el público en una puesta en escena en continuo movimiento, que dotaba a ésta de mil caras y perspectivas, si bien nos llevaba a todos, locales y marroquíes, por el camino impuesto por unos pocos. La intención del festival de este año ha sido la variedad y eclecticismo, por lo que se ha apostado por traer más espectáculos con el fin de agradar y saciar los diferentes gustos de diversos públicos; ahora, al igual que en sanfermines, sólo nos queda un consuelo: dentro de un año, el próximo festival… ¡ni más ni menos que el 20º!


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