Críticas de espectáculos

“La ruleta rusa” de Teatro del Zurdo: Un magnífico juego

Obra: “La ruleta rusa” Autor: Enric Benavent (Sobre textos de A. Chéjov) Compañía: Teatro el Zurdo. Intérpretes: Fernando Otero, Marcos Marín, Tino Martínez, Mónica Monferrer y Paloma Mozo. Escenografía y vestuario: Mónica Boromello. Iluminación: Eduardo Vizuete. Dirección: Luis Bermejo. Teatro de la Estación (Zaragoza) 16 de julio de 2009

La riqueza de una representación teatral radica en la riqueza de su juego escénico, un juego que se sustenta en el trabajo interpretativo y en el uso y transformación del espacio. Sumen a esto un texto que tenga profundidad e interés (en cuanto a forma y contenido) y tendrán una excelente manifestación del hecho teatral. En ocasiones (no demasiadas, lamentablemente) sobre la escena se nos ofrece una sabia utilización de esos elementos esenciales del teatro, manejados con esa conjunción de experimentación, magia y ciencia, que poseía la antigua alquimia.

Tal es el caso de “La ruleta rusa”, espectáculo producido por Teatro del Zurdo, que el pasado jueves se presentó en el Teatro de la Estación cosechando un rotundo y merecido éxito entre el numeroso público que acudió a la cita. El texto de Enric Benavent reúne siete relatos cortos de Chéjov perfectamente ensamblados en una estructura sólida y sin fisuras. Se aúnan el ingenio de Chéjov y el brillante sentido de la teatralidad del autor valenciano.

Nos encontramos ante un verdadero trabajo dramatúrgico en el que Benavent toma el material del maestro ruso, lo trabaja, lo manipula con imaginación y le añade diferentes elementos, para construir una propuesta dinámica, ingeniosa y divertida en la que destaca la figura del pianista-narrador como eje que vertebra y da coherencia al conjunto. El ritmo lo encontramos en el propio texto, en esa inteligente sucesión de situaciones y personajes. Luis Bermejo lo recoge y lo vierte sobre el escenario con un magnífico trabajo de dirección y puesta en escena. Dota al espectáculo de una ambiente de cabaret, se recrea en el juego metateatral para dejar al descubierto la trastienda del teatro y deja entrever un profundo amor a los personajes. Es por esto, por el mestizaje de inteligencia y corazón, por lo que las situaciones enganchan y los personajes llegan, transmiten y conquistan al espectador.

La escenografía está reducida a la mínima expresión, a lo esencial. Pero cuando algo contiene la esencia, no necesita nada más. Culmina esta atractiva propuesta un notable trabajo actoral (sobresaliente por momentos) preciso, ajustado, pleno de matices y sentido, intenso, profundo y sin excesos. Uno de los pocos espectáculos que se pueden calificar como absolutamente recomendable, sin demasiado temor a equivocarse.

Joaquín Melguizo.
Publicado en Heraldo de Aragón, 19 de julio de 2009.


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