Mirada de Zebra

Sobre la cebra y sus rayas

El poema “Zebra question” [La pregunta cebra] de Shel Silverstein dice así:

“Le pregunté a la cebra,
¿Eres negra con rayas blancas?
¿O blanca con rayas negras?
Y la cebra me contestó,
¿Eres bueno con malas costumbres?
¿O malo con buenas costumbres?
¿Eres ruidoso con momentos tranquilos?
¿O tranquilo con momentos ruidosos?
¿Eres alegre con algunos días tristes?
¿O triste con algunos días alegres?
¿Eres pulcro con modos chapuceros?
¿O chapucero con modos pulcros?
Etcétera, etcétera, etcétera… continuó la cebra.
Y nunca más volví a preguntarle a la cebra sobre sus rayas”

Esta breve fantasía nos habla de nuestra malsana tendencia a catalogar las cosas. Necesitamos definir lo que vemos, cuantificarlo, clasificarlo, ordenarlo, jerarquizarlo, dividirlo en secciones, sub-secciones y, si es posible, sub-sub-secciones. Sólo así parece que se vuelve sólido y transitable aquello que pisamos. En definitiva, requerimos simplificar para comprender, y comprender para vivir. Como si sólo tuviese derecho a existir aquello que podemos explicar.

En teatro sucede algo similar. Su historia puede leerse como una historia pintada a rayas negras y blancas. Como un péndulo que oscila de un extremo al otro. Todo es susceptible de capitularse en forma de temario académico. Las rayas opuestas se suceden: naturalismo, simbolismo, expresionismo, Teatro de la Crueldad, Teatro Épico, Teatro del Absurdo, Teatro Pobre, Tercer Teatro, Teatro de la muerte… En el eslabón final estamos nosotros. Necesitamos clasificarnos y definirnos: ¿Qué es lo que hacemos? ¿Clásico o contemporáneo?¿Teatro o danza? ¿Naturalista o antinaturalista? ¿Buscamos el rito o las nuevas tecnologías? ¿Empezamos por la forma o por el contenido? ¿Estética kantoriana o wilsoniana? ¿Representación o no-representación? ¿Una técnica stanislavskiana o grotowskiana? ¿Cuerpo o texto?…

Lo que nos define, sin embargo, no son los carteles que nos colgamos o que nos cuelgan, sino el proceso salvaje que da sentido a lo que hacemos. No importan las rayas, importa lo animal. Importan las preguntas que nos hace lo animal-cebra. Aquellas que difuminan nuestra apariencia y nos obligan a redefinirnos continuamente, no a través de las palabras sino a través de la acción.

Esta columna, que deberá tener crías cada semana, busca reflexionar, preguntar afirmando y afirmar preguntando. Quien afirma algo parece desechar su contrario. Quien pregunta sobre algo conocido, parece negar la respuesta habitual. Ambos supuestos quedan lejos de nuestras intenciones. El lector deberá entender entonces que tras cada aseveración que se vierta aquí, hay un interrogante que se pregunta por la validez de su opuesto. En la cebra, la raya negra es la que nos permite ver la blanca, y viceversa. O como diría el físico Niels Bohr: “El opuesto de una verdad profunda bien puede ser otra verdad profunda”.

Por todo ello está la cebra en el título de este espacio. Por eso y porque al fin y al cabo, usted, lector, me ve así: en las rayas negras que dibujan mis frases en el fondo blanco de su pantalla. Usted verá rayas, sí, pero detrás está la cebra que pregunta.

Postdata

La “Zebra” del título del espacio está con “z” intencionada por dos razones: 1) Porque es su forma arcaica y ahora está en desuso. Nada más en desuso que reflexionar sin intenciones claramente productivas, como pretende esta columna. 2) Porque a primera vista parece una errata, lo cual es un gesto que procura restar importancia a la aparición de aquellas otras erratas que vendrán sin ser invitadas.


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