Críticas de espectáculos

El Mercader de Venecia/Centro Dramático de Aragón

Un gran Shakespeare

 

Ficha Artística:

Obra: El mercader de Venecia
Autor: William Shakespeare.
Adaptación: Alberto Castrillo-Ferrer. Centro Dramático de Aragón.
Intérpretes: Rafa Blanca, Chavi Bruna, María Caudevilla, Paco Fraguas, Carolina Mejía, Lucia Passardi, Laura Plano y Hernán Romero.
Músicos: Miguel Pardo y Jean-Pierre Bailly.
Escenografía: Manolo Pellicer.
Vestuario: Marie-Laure Bénard y Arancha Ezquerro.
Iluminación: Carlos Samaniego.
Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer.

A finales del mes de junio arrancó una propuesta llena de interés, tanto por el espectáculo en sí, como por la propia concepción del proyecto. Se trata de “El mercader de Venecia”, de William Shakespeare, la última producción teatral del Centro Dramático de Aragón, que a lo largo del verano ha estado girando por más de treinta pueblos de la geografía aragonesa hasta llegar a Zaragoza (en la Sala Arbolé) el pasado 23 de septiembre.

Pequeños pueblos en los que ni tan siquiera existe un teatro, pudieron disfrutar de un magnífico espectáculo. Sólo queda esperar que la experiencia no se quede en flor de un día y en futuro se repita con montajes del mismo nivel. El texto shakespeariano es de sobra conocido. Antonio, un rico mercader veneciano, contrae una deuda con el viejo usurero Shylok para ayudar a su amigo Basanio, estableciéndose como garantía de pago una libra de carne humana que el prestamista cortará el pecho de Antonio, si éste no reintegra lo prestado en el plazo establecido.

Hay un buen trabajo dramatúrgico de Alberto Castrillo-Ferrer que aporta ligereza y claridad a la trama. Introduce dos sirvientes chinos que sirven para articular el texto. En cambio, la escena del príncipe de Aragón, a pesar de que funciona y arranca las risas del público, creo que resulta algo forzada, aunque al final esté bien resuelta. El mayor acierto (un gran acierto) de la propuesta que firma Castrillo-Ferrer ha sido dar al espectáculo la estética de la Commedia dell’ Arte. Las máscaras y el dinamismo de esta forma de teatro popular, encajan perfectamente con el juego de amores y de tramas entrelazadas que Shakespeare nos regaló.

El espacio escénico recrea los antiguos tablados de la commedia di zanni o las carretas de nuestro teatro medieval. Sobre ese espacio, la puesta en escena plantea una función con un ritmo muy bien medido, y una buena utilización del espacio, de las entradas y salidas. Juega muy bien el uso de la máscara que, además de visualizar antagonismos entre personajes (Shylok-Antonio) marca la gestualidad y el movimiento de los personajes. La commedia no busca la verosimilitud sino el ritmo, la ilusión del movimiento y la composición coreográfica.

Todo ello está brillantemente conseguido con ideas, teatralidad y dirección. Un sobresaliente trabajo interpretativo (excelente la composición de Shylok) y lo oportuno de la música en directo, completan un gran espectáculo teatral.

 


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