Seis clases de baile en seis semanas /Tamzin Townsend
Sólo una comedia amable
Obra: “Seis clases de baile en seis semanas”
Autor: Richard Alfieri.
Intérpretes: Lola Herrera y Juanjo Artero.
Escenografía y vestuario: Rafael Garrigós. Iluminación: José Manuel Guerra.
Dirección: Tamzin Townsend.
Teatro Principal de Zaragoza. 7 de octubre de 2009
En las últimas temporadas, por razones que no llego a comprender del todo, las producciones teatrales destinadas a cosechar el éxito recorriendo nuestra geografía teatral, tras el protocolario estreno madrileño, han de contar, de manera casi inevitable, con la presencia de uno de estos dos elementos o de ambos a la vez, a saber, un texto de un autor estadounidense y la dirección de la exitosa Tamzin Townsend (“El método Gronholm”, “Gorda”, “Días de vino y rosas”, “Un dios salvaje”…).
“Seis clases de baile en seis semanas”, que el miércoles se presentó en el Teatro Principal de Zaragoza con un rotundo éxito de público, cuenta con los dos amuletos que parecen dejar franca la puerta que conduce a la conquista del espectador. Escrita por Richard Alfieri, nos cuenta la historia de Michael, un joven profesor de baile y Lily, una mujer madura y solitaria que contrata sus servicios. Separados por la edad, la ideología y la manera de entender y afrontar la vida, y unidos por el baile, entre ellos irá creciendo una relación llena de amistad y complicidad. Se trata de una comedia amable, estructurada con dinamismo, con diálogos ágiles y por momentos inteligentes, pero que no ofrece nada sobresaliente y de verdadera originalidad. En realidad, la historia se construye sobre lugares comunes que aportan muy poco al espectador.
Tamzin Townsend saca adelante el texto con bastante profesionalidad, construyendo un relato escénico en el que los tiempos y el ritmo de las diferentes escenas están bien manejados, a pesar de que las transiciones resultan demasiado largas, algo anodinas y por momentos empalagosas. Pero el teatro es algo más que un escrupuloso ejercicio de corrección profesional. Debe crear algo nuevo, único, especial. Debe construir un universo lleno de vida, de imaginación, un universo que involucre al espectador desde el sentimiento y la razón. El discurso escénico es algo más que tener sentido del espacio, del tiempo, del ritmo. El discurso escénico es sentir e impregnar de ese sentimiento la totalidad de la ficción teatral. Y ese algo más, es lo que no contiene la puesta en escena que nos propone Townsend. En cuanto al trabajo actoral, Lola Herrera derrocha capacidad interpretativa y Juanjo Artero, aunque domina menos recursos, defiende su personaje con oficio. Entretenido, si no son ustedes demasiado exigentes.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 9 de octubre de 2009