Continúan en La Nave de Cambaleo de Aranjuez a lo largo de este mes de noviembre (días 6-8,13-15) las representaciones del último estreno de Cambaleo, ‘Entre los paisajes’, que recupera el texto escrito por Antonio Fernández Lera dos décadas después de ser escrito. «Entre los paisajes» parte de la lectura de Cartas a Theo de Vincent Van Gogh y de El Suicidado de la sociedad de Antonin Artaud. La situación del artista frente a la sociedad que le rodea, la lucha solitaria para proteger sus valores y su forma de ver el mundo, y también el proceso de integración y desintegración de la personalidad. Van Gogh en representación de tantos y tantos arrinconados, acosados y suicidados por no seguir el juego a una sociedad que vive para la muerte.
El espectáculo se desarrolla en un mundo cerrado, un espacio mental, yo y mi propia imagen y el público elige a cual mira. Un mundo de sombras, de imágenes apenas sugeridas y la pasión de la mirada, el cuerpo y la mente como campo de batalla.
Antonio Fernández Lera: «Escribí Proyecto Van Gogh: Entre los paisajes en 1989, con un entusiasmo –que todavía persiste– por la invitación de Cambaleo. Me asombra que hayan pasado veinte años. Me alegra –tanto– que se atrevan a salir a escena otra vez con ese texto. Me hace sentir –otra vez– aquel mismo entusiasmo. Me alegra y casi me asombra escuchar ese texto en sus voces, reconocerlo en sus penumbras y en sus luces, como si fuese ayer, hoy o mañana. Cuando escucho esas voces, el ayer, el hoy y el mañana no existen, se esfuman. La sensación es otra, el tiempo es una pura intensidad constante. Aunque pueda parecer otra cosa, porque solamente queramos ver las máscaras y las falsificaciones a nuestro alrededor, efectivamente se trata –como ellos dicen– de «no seguir el juego a una sociedad que vive para la muerte». Han hecho un viaje nuevo –que se identifica sutilmente con aquel viaje de hace veinte años–, un viaje hacia dentro, como si el escenario fuera el propio cerebro: el de la persona Van Gogh, que –en su deseo de crear– une inevitablemente todos los tiempos en una lucha por ser, existir, seguir siendo, seguir existiendo, pero también el cerebro de cualquiera de nosotros y el cerebro de cada espectador. Esa quietud aparente y ese movimiento del caos en el interior del cerebro humano me ha parecido –en esta versión escénica de Cambaleo– una hermosa manera de llevarnos a una resistencia imprescindible, que nos hace ser libres».
