Críticas de espectáculos

“Robinson y Crusoe”/La Machina Teatro

Conquistados

Obra: “Robinson y Crusoe” Autores: Nino D’Introna y Giacomo Ravacchio. Compañía: La Machina Teatro. Intérpretes: Fernando Madrazo, y Luis Oyarbide. Escenografía: François Chanal. Iluminación: Andrea Abbatangelo. Música original: Giacomo Ravicchio. Dirección: Carlos Herans. Teatro de la Estación (Zaragoza) 12 de noviembre de 2009

Sucede, en ocasiones, que hay conquistas que se producen poco a poco, con la suavidad de una caricia. Con humildad. Sin hacer ruido. Sin despliegues fastuosos ni toque de fanfarrias. Sino de esa forma sencilla que envuelve a las cosas que son verdaderamente auténticas y que encontramos en un gesto discreto y preciso, en una luz que nos recuerda que aún hay cosas que son mágicas o en una palabra que despierta nuestra sonrisa o sobrecoge nuestro ánimo.

Así, de esa manera, fue como “Robinsón y Crusoe”, de la compañía cántabra La Machina Teatro, conquistó a los espectadores que acudieron el pasado jueves al Teatro de la Estación. ¿Qué es “Robinsón y Crusoe”? Una historia llena de humanidad y ternura que a través de dos personajes, supervivientes de una guerra, que llegan al tejado de una casa semihundida entre las aguas que cubren la tierra, nos habla del entendimiento y el encuentro entre culturas, de cómo detrás de los uniformes no hay en realidad soldados, sino seres humanos no demasiado diferentes entre sí.

El texto de Nino D’Introna y Giacomo Ravacchio nos va conduciendo, con inteligencia y un gran sentido de la situación, por un viaje que se inicia con el encuentro crispado y agresivo de un hombre occidental y otro oriental sobre el pequeño tejado, y termina con el abrazo fraterno entre los dos. La puesta en escena, a pesar de un inicio un tanto titubeante, hace una traducción del texto al lenguaje escénico llena de teatralidad, buen gusto, poesía y sentido estético. Plantea y resuelve bien las diferentes situaciones. Con imaginación y recursos, hace que los personajes se muevan y hagan cosas constantemente en un espacio reducido y acotado (el tejado) sin que en ningún momento resulte previsible o reiterativa. Construye cuadros escénicos de gran plasticidad y belleza visual. Nos hace reír, nos hace emocionarnos, nos invita a participar en el universo único, especial, cálido y cercano que crea ante nosotros sobre el escenario.

Hay además, un espléndido diseño de iluminación y un espacio sonoro muy adecuado. Pero hay, sobre todo, dos actores que nos ofrecen unos personajes llenos de autenticidad y verdad. Personajes entrañables y deliciosos, que van creciendo sobre la escena hasta lograr la rendida complicidad del público.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón, sábado 14 de noviembre de 2009


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