Críticas de espectáculos

Liliht, Adán y Eva o la rebelión del Edén / Síntesis Producciones

Cerrado por abolición

Obra: “Lilith, Adan y Eva o la rebelión del Edén” Autor: Antonio Hernández Centeno. Compañía: Síntesis Producciones. Intérpretes: Iñigo Núñez, Asunción Sanz y Cynthia Martín. Voz de Dios: Idilio Cardoso. Escenografía: Gonzalo Narbona. Iluminación: Ada Bonadey. Vestuario: Isabel Arias. Dirección: Javier Ossorio. Teatro de la Estación (Zaragoza) 20 de noviembre de 2009

La compañía andaluza Síntesis Producciones vuelve al Teatro de la Estación de Zaragoza, dentro de su Ciclo Estación de Otoño, para presentar su nuevo espectáculo “Lilith, Adán y Eva o la rebelión del Edén”, una obra de Antonio Hernández Centeno dirigida por Javier Ossorio. No fue mucho el público que acudió a la convocatoria (alrededor de un cuarto del aforo) pero el que lo hizo, disfrutó con la propuesta y respondió con sinceros aplausos. Hubo incluso, quien aplaudió puesto en pie. Lo cierto es que el trabajo realizado por los sevillanos fue claramente merecedor del reconocimiento de los espectadores.

Imagínense en un futuro cercano. Ha sido elegido como cabeza de la Iglesia Católica un Papa negro (el primer Pontífice negro en 2000 años de cristianismo) que convoca un nuevo Concilio Vaticano (el tercero) para poner al día algunos de los dogmas de la Iglesia. Una de las decisiones que toma ese Concilio Vaticano Tercero es la abolición del mito de Adán y Eva y el Paraíso. ¿Qué harán Adán y Eva al desmitificados y convertidos en corrientes seres humanos?

El texto, bien construido, con un lenguaje directo y diálogos inteligentes, frescos y fluidos, es un alegato a favor del libre albedrío y de la facultad de elegir. Frente al orden eterno e inmutable, el derecho al cambio y al error; frente a la libertad condicionada, la imperfección y el pecado. Desde el punto de vista escénico, propiamente teatral, la propuesta de Síntesis resulta coherente, convincente y llega con claridad al espectador. Desde una sencillez escenográfica casi artesanal, va creando situaciones, construyendo una realidad de ficción que, si bien arranca de una forma algo titubeante e incierta, va creciendo y haciéndose penetrante y sólida, hasta alcanzar sus momentos de mayor intensidad en la escena en la que los tres personajes derriban, todo un símbolo, el tótem en el que Dios se manifiesta. Todo ello gracias a un trabajo de dirección y de puesta en escena capaz de conducir el espectáculo en una clara dirección.

Tal vez sin muestras de excepcional brillantez, pero con algo fundamental que, con demasiada frecuencia, escasea en los escenarios: con ideas y tomando un claro punto de vista. Y gracias también a un buen trabajo actoral (notable Cynthia Martín) que hace creíbles personajes y situaciones.

Joaquín Melguizo


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