Críticas de espectáculos

“Después de mí, epitafios” / Colectivo 96º

Sin identidad

Obra: “Después de mí, epitafios” Compañía: Colectivo 96º Intérpretes: Lidia González Zoilo, David Franch con la colaboración de Sabine Krueger. Vídeo: Gorka Bilbao. Iluminación: Ana Rovira. Música: Roger Puig Dirección: Colectivo 96º – Teatro de la Estación (Zaragoza) 10 de diciembre de 2009

“Después de mí, epitafios” es la propuesta de Colectivo 96º que podemos ver estos días en el Teatro de la Estación, dentro del ciclo Estación de Otoño. La presencia de público fue discreta, como discreta fue su respuesta tras finalización del espectáculo.

Colectivo 96º, reciente ganador del premio al mejor espectáculo de teatro en la última edición de la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca con su obra «Dar patadas para no desaparecer», se formó el pasado 2008 por Lidia González Zoilo y David Franch, antiguos miembros de Amaranto, compañía de la que mantienen el discurso escénico y el estilo (tal vez Colectivo 96º toma menos como base lo físico y lo corporal para construir su trabajo) aunque sin alcanzar la altura, al menos en esta propuesta, de aquel magnífico “Tazón de sopa china y un tenedor (o hacer el gilipollas)” que pudimos ver hace algo más de tres años.

“Después de mí, epitafios” nos pregunta sobre el concepto de identidad, especialmente sobre el concepto de identidad de género. Para ello crea una ficción dentro de la propia representación. “Toda la pieza es en sí misma una gran mentira”. Así, nos proponen que pongamos en cuestión la aceptación de determinados códigos y roles sociales. ¿No estamos viviendo una irrealidad al aceptarlos? Para ello se valen de la figura de dos artistas anónimos, Andronym y Gemischt, de los que no se sabe nada salvo que trabajan juntos y hacen sus intervenciones en Berlín.

No está falta de imaginación e inteligencia esta propuesta, pero la falta algo más de precisión en la puesta en escena y potenciar algunos elementos propios del trabajo actoral. Se echa de menos un poco más de ritmo que vaya hilvanando las diferentes escenas (“acciones” en la terminología de la performance) con mayor solidez y dinamismo. También se agradecería, en algunas ocasiones, una dicción más clara. No se trata de una propuesta convencional, por momentos hasta resulta desconcertante (en su súbito final, por ejemplo), ni es un espectáculo “facilón”, pero intenta decirnos algo sobre el ser humano, con un lenguaje diferente, y ofreciéndonos momentos especialmente logrados como son ese juego de ambigüedades del inicio, o la escena (de gran plasticidad y belleza visual) de desnudos recreando diferentes y conocidas obras de arte.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón, 12 de diciembre de 2009


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