Zona de mutación

Manifiesto eco-teatral

el desierto crece

Ante el lamentable fracaso de la Cumbre de Copenhague, está más que claro que la única fuerza revolucionaria de estos tiempos que puede alcanzar escala universal, es la explosión de los pueblos en pos de rescatar su soberanía sobre el medio ambiente, el planeta. La cola de la serpiente que expresa una progresividad industrial impiadosa, entre países líderes e incólumes, no dejan sino ver el neo-darwinismo del desastre que hace visible un mundo para los que pueden sobrevivir a las nuevas condiciones climáticas. En definitiva, una especie de sinceramiento demográfico no sólo para los que avizoran planeta para pocos, como otrora decían: “pobres habrá siempre”. Sobre esto último, tanto da que los haya siempre, como que no los haya más por la supresión orquestada como ‘solución final’ por la propia naturaleza y aplaudida como designio divino por el conservadurismo de los países del Norte. En el plano que nos toca, hemos de ponernos a las puertas de un eco-teatro que coadyuve a sembrar y esparcir la semilla de un espacio apto para todos. Un país ‘granero del mundo’ como Argentina, expresión de una clase latifundista, monopólica y oligárquica, donde la prosperidad de los campos contrasta con un panorama ambiental desolador, tuvo que reverdecer este año primitivos ritos a los dioses de las lluvias, sacar las deidades a la calle, combinando la elementalidad del pedido con la ignorancia de base que dictan los actos del depredador. Regiones enteras exhibiendo tasas de deforestación alarmantes en un efecto dominó que degrada los sistemas hídricos, acrecienta los incendios, mientras la compulsiva desesperación de los potenciales nuevos ricos, degradan el humus de la tierra con la siembra intensiva de la soja. Numerosas localidades, que vivían con regímenes de vertientes naturales de agua que dieron origen a los poblados, han visto secarse dichas fuentes a partir de las alteraciones climáticas provocadas por los desmontes, generando la peor de las migraciones, la de la miseria. El perfil obsceno del monocultivo tiene su emergente en la construcción que opera de reservorio de riqueza, de promesa de renta para la descendencia, acumulando cemento a troche y moche sin el más mínimo criterio de calidad urbana ni ambiental. Los barrio-ciudades que surgen como signo de opulencia, sirven para que la gente hable por boca de ganso, inducida por medios y políticos que tienen intereses en esa producción, de que por acá y gracias a nuestras riquezas potenciales, estamos condenados al éxito. Cuando la devaluación tres a uno post-crisis 2001 puso el negocio al rojo vivo favorable a la producción sojera, vino la explosión. Deforestar con máquinas bulldozer a gran escala produce un escurrimiento del agua de lluvia hacia las zonas bajas, mucho más rápido. Es decir lo que eufemísticamente se nomina como consecuencia, ‘sequía’, no es sino la destrucción de un ecosistema donde la propiedad de la tierra no se condice con un concepto integral de ambiente. Es ambiente vs. desastre, ambiente vs. capitalismo. Hay dos lecturas: a) el colapso se debe “al comportamiento de la naturaleza” y a ciclos que no maneja el hombre, b) a la destrucción del medio ambiente por un saqueo aleve de vegetación centenaria, como quebracho, algarrobos más desmontes intensivos de bosques nativos. Hay en este momento en la zona central del país el %10 de los bosques que había a principio del siglo XX. El trabajo final a la desertización, la hacen los incendios. “La crisis ecológica y la crisis de deterioro social están profundamente interrelacionadas y deben ser vistas como distintas manifestaciones de las mismas fuerzas estructurales.” (Ver Manifiesto Eco-Socialista, Michael Löwy y Joel Kovel en http://rcci.net/globalizacion/2002/fg259.htm).

Qué parecido suena el desierto cultural al desierto geográfico. Cuántas veces hemos prescindido de ver sus causas. Por su vida aquí mismo, hic et nunc, qué otro vergel, qué otro oasis cultural que no sea el teatro como herramienta a la mano, puede colaborar de manera inmediata a empezar la derrota de la maligna fata morgana que levanta el capitalismo insano.

La mayúscula estupidez de seres que destruyen el lugar donde viven, puede tener su antígeno en un nuevo sueño, basado en la modestia cósmica, que brille desde los escenarios.

 

 

 


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