Y no es coña

Uvas y lentejas

Conozco unas diecisiete supersticiones para atravesar el calendario y aparecer en el otro lado, es decir en 2010, en condiciones inmejorables para el triunfo, la felicidad y la riqueza. Voy a utilizarlas todas, aunque sean tan supuestamente incompatibles como tomar a la vez doce uvas y doce cucharadas de lentejas, con la ropa interior de rojo, los calcetines del revés y unos cuantos gestos absurdos más que mejor me guardo para no perder la poca credibilidad que me queda en este fin de año.

Parece ser que ahora empieza, de verdad, la crisis real en las Artes Escénicas. Encontrarse estos días con un gestor, un asesor o un político del ramo es que antes de decirte hola te espete con la cara desencajada: un dieciocho, un veinticinco, un treinta o hasta un cuarenta y siete por ciento de rebaja en los presupuestos. A poco que se hagan aproximaciones contables, sabiendo que eso no quita nada del capítulo uno, es decir de los salarios, ni del agua, la luz y demás partidas de mantenimiento, significa que este porcentaje se convierte en algo extraordinario cuando se aplica solamente al gasto externo, que en los teatros viene a ser la programación. O sea, mucho menos dinero para ofrecer representaciones a los ciudadanos. O mucha más bajada que ese porcentaje global al depurar los presupuestos.

Si este descenso se aplica piramidalmente y en todos los frentes, es decir ministerios, gobiernos autónomos, diputaciones y ayuntamientos, el panorama que se nos avecina es bastante desolador. Si en el año que se nos va muchas compañías, grupos, productoras hablaban de una bajada grande en sus contrataciones, en algunos casos de hasta el cincuenta por ciento, con la nueva situación económica, ¿qué puede suceder? Los pensamientos voluntaristas, las euforias de burbujas, las intuiciones o las buenas intenciones no impiden que nos entre una especie de miedo escénico, porque estamos hablando de un sector empresarial muy débil, sin apenas autofinanciación, con estructuras precarias que se van a ver todavía más debilitadas y en muchos casos colocadas en el precipicio de la desaparición o, en el mejor de los casos, en la congelación, o trabajo bajo mínimos.

Se ha dado en el año que termina circunstancias tan peliagudas como que algunas compañías han rechazado la subvención concedida, por su escasa cuantía y porque les obligaba a un gasto que sabían de difícil recuperación en la posterior distribución al existir la gran caída de contrataciones. Hoy, como tantas veces, una subvención inadecuada en su cuantía, es decir esas subvenciones para dar café aguado a todos y que muy pocos se puedan quejar, lo que hace es debilitar profundamente a la parte creativa, porque, diremos una vez más, lo caro no es poner en pie una obra, lo realmente caro en este asunto de las Artes Escénicas es cada representación que se hace con actores o bailarines y técnicos, y que al ser un mercado tan fragmentado, de bolo en bolo, y sin continuidad, cada representación es un prototipo, lo que encarece su coste.

Tenemos que intentar ser realistas sobre el futuro aplicando los restos de ilusión y optimismo que los acontecimientos nos dejen. Y estamos seguros que de esta crisis surgirán debates importantes para el futuro siempre que no se cierren con componendas o acciones destinadas a calmar a los más favorecidos. Se tendrá que hablar de cosas tan simples como el precio de los cachets, de los usos de los espacios de titularidad pública, de los gastos suntuarios, de la implicación de los públicos como elemento imprescindible y coadyuvante de la sostenibilidad. Y de las leyes y reglamentos para las subvenciones y ayudas a la producción y a las giras

Quizás sería bueno empezar por una acción de destrucción creativa y como me comentó un conocido director de teatro, una posible solución para estructuras tan enormes como los teatros nacionales, centros dramáticos, compañías de titularidad pública diversas, o incluso el propio INAEM, sería emplear los presupuestos de los próximos dos años para despedir a todos y empezar de nuevo. Parece claro que esos entes son ingobernables, que sus gastos fijos de personal hacen inviable su propia existencia como servicio público. Y un detalle, se paga con dinero de todos y solamente lo disfrutan, o los sufren, unos cuantos de algunas ciudades muy concretas.

Algo habrá que ir pensando, con estas y tantas cosas, para que esta década que se inaugura con un 10, sea sobresaliente en cuanto a las decisiones de futuro y no pasemos otros diez años cambiando de hoja de ruta, de intereses cada poco y acumulando errores, asociaciones y edificios infrautilizados. Si esto es una democracia, se debería poder hablar de todo y cambiar lo que no funcione, porque la situación de hoy y la proyección hacia el mañana, no es la misma que la diagnosticada ayer y parece que va a ir empeorando por falta de vocación política para arreglarlo.

Por eso, insisto, yo recurriré a todas supersticiones esta próxima noche vieja, porque a nosotros, sí que nos va a hacer falta mucha Justicia, porque suerte tenemos a raudales. Por ejemplo podemos decir lo anterior y no pedirle permiso a nadie. Un lujo. Nos la guardan y nos putean, pero ellos son gente de paso, algunos no dejan ni huella ni olor. Otros solamente el hedor a azufre de su impostura. Feliz año a todos y todas.

 

 


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