Diario de Origami

Nadie sueña con el pasado


Praga, 22 de enero de 2010

La reunión con Milan Hein y Jiří Pritz termina antes de que Vilma Cibulková llegue al teatro. Esta noche tiene función de Picasso, la número 183, y siguen llenando. Con esta obra la vi actuar por primera vez. Comparte escenario con Milan Kňažko, en el rol de Pablo Picasso, y a quien aquel día tuve oportunidad de saludar media hora antes de salir a escena. Milan Kňažko es actor pero también expolítico. En 1989 se convertiría en uno de los representantes más emblemáticos de Ciudadanos contra la Violencia, la organización eslovaca que junto con su análoga checa, Foro Cívico, entablaría conversación con el Gobierno Federal para liberalizar y democratizar Checoslovaquia: la conocida Revolución del Terciopelo. Y hace poco más de dos meses yo le estrechaba la mano y le deseaba mucha mierda y su mirada, apostada en ese frágil umbral en que el actor se desvanece y se trasluce el personaje, me sobrecogía por su luz. Y sentí que me invadía una gran calma.


Praga, 23 de enero de 2010

Lenguas de hielo en las calles blancas. Temperaturas inferiores a veinticinco grados bajo cero. Primeros cambios de hábitos evidentes: ya acompaño las comidas con bebidas calientes.

Por la noche, concierto de Sin rumbo e Iván Gutiérrez & Madera en el Hotel Theatrino. En la sala de baile art nouveau, Petr Gojda me cuenta que Pavel Batěk, el actor que interpretará a Aldo en Origami, acaba de ser nominado por la Asociación de Actores Checos para los Thálie de este año por su interpretación de Vojcek en Divadlo na Vinohradec. La ceremonia de los premios se celebrará a finales de marzo en el Teatro Nacional de Praga, para entonces ya estaremos trabajando a fondo con los actores.

 

Praga, 25 de enero de 2010

La séptima escena del segundo acto de Origami. La escena no escrita. Acaba de ocurrírseme. La plasmo como un loco sobre el papel, garabateo hasta rasgar la hoja. El suicidio de Aldo. Desde su rincón en penumbra, el autor me observa con ojos asombrados. Percibo, en su silencio, aprobación.

Como dice Adolfo Simón, el director escribe en la escena.

 

Praga, 26 de enero de 2010

Ayer vi ¿Quién quiere matar a Jessie?, una comedia checoslovaca de 1966 que arremete de pleno contra el régimen comunista. La concatenación de una dictadura tras otra ha permitido a los checos mantener vívida y en estado constante de rebeldía una creatividad sin parangón que en otras naciones se halla sumida, sino en letargo crónico, en un proceso de ralentización. Por ello, en parte, me siento tan a gusto en Praga: es como recuperar la infancia, sin que necesariamente sea la propia, sin que necesariamente sea real. Es como si la realidad adquiriera visos propios de un sueño. No es imposible. La primera vez que fui consciente de ello fue en Ciutadella de Menorca, la noche de la ceremonia de entrega del Premio Born. Regresamos al hotel a las tantas de la noche y me acosté enseguida. Y soñé. Soñé que me anunciaban por teléfono el fallo del Premio Born y asistía a la gala y recogía el trofeo. Podría ser un recuerdo pero nadie sueña con recuerdos, nadie sueña con el pasado. En ese instante comprendí que la realidad se había avanzado a mis sueños. “Deja que los deseos hagan planes”, dice Aldo en Origami. Álex D. Capo ya me advirtió acerca de lo ignoto de esta obra. Parados en Paseo de Gràcia con Aragón, nos despedíamos, hay momentos que no se olvidan. A nuestro alrededor, los deseos en estampida hacia el futuro.

Ahora sé que Origami tenía que estrenarse en Praga.

 

Praga, 28 de enero de 2010

Leo a Ramón José Simón Valle Peña, de nombre artístico Valle Inclán. En sus palabras encuentro refugio, aliento y belleza. Con él me ocurre lo que con ningún otro: me poseen unas ganas repentinas de subir al escenario y encarnar cualquiera de sus personajes, son como agujeros negros a otra dimensión. Nació en una Villanueva, como yo; la suya en Galicia, la mía en Cataluña. Su segundo hijo se llamó Carlos. Como yo. Si pudiera soñar con el pasado, sé lo que soñaría. Qué digo soñar. Desear. Sé lo que desearía. Desearía haber sido él. Su hijo. Yo. Carlos, hijo de Valle Inclán, hijo de Valle Inclán y amante de García Lorca. A García Lorca le habría conocido en el homenaje póstumo a mi padre. García Lorca brilla con luz propia a pesar de la tristeza del día. Me acerco a él y le prometo amor eterno. No pretendo salvarte la vida, le digo, quién pudiera, sólo quiero prometerte mi amor eterno, abrazarte con locura una noche de agosto para que no te vayas y vivir las vejeces compartidas. Un deseo imposible. Nadie sueña con el pasado.

 

 


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