“Donde nacen los sueños”/Dúo Karajan
La caja mágica
Obra: Donde nacen los sueños Compañía: Dúo Karajan. Intérpretes-acróbatas: Sebastián Méndez y Susanna Varela. Iluminación: Mapi Coca. Vestuario: Susanna Varela. Coreografía y dirección: Carmelo Sebastian Perez Mendez. Lugar: Teatro de la Estación (Zaragoza). Fecha: 30 de noviembre de 2010. Aforo completo.
El pasado sábado se presentó en el Teatro de la Estación de Zaragoza “Donde nacen los sueños”, de la compañía Dúo Karajan. La sala registró un lleno absoluto y el público respondió con calurosos aplausos a la finalización de la función. “Donde nacen los sueños” es un espectáculo que combina danza, acrobacia aérea y teatro para componer una propuesta que tiene como principal valor su atractivo visual.
Si intentamos afinar un poco más en el qué es, podríamos decir que la propuesta del Dúo Karajan consiste en una elemental estructura teatral sobre la que van añadiendo diferentes acrobacias en trapecio, cuerda y aro, y que se ve adornada en ocasiones por la danza. En esta combinación de diferentes disciplinas es la parte más circense, la parte acrobática la que soporta el peso fundamental de la función.
La dramaturgia es sencilla, embrionaria, pero suficiente para tejer un hilo conductor que da coherencia al conjunto del espectáculo. Sofía es una niña que cada día observa la luna y sueña con ser como ella y vivir en el cielo azul, cerca de las estrellas. Una noche, mientras duerme, será visitada por un duende que hará posible su mágico sueño. En su viaje, estará acompañada por su muñeco, un pequeño Pierrot enamorado de la luna. La historia tiene la calidez de los viejos cuentos de antaño.
El vestuario, el maquillaje, la iluminación, le dan ese aliento fascinador que tiene el mundo de la fantasía. La música juega un papel importante en la creación de ese ambiente delicadeza, lástima que en ocasiones mude súbitamente llevándose parte del hechizo. El ritmo en general es bueno y hay fluidez, a pesar de que alguna transición se prolongue en demasía. Así sucede antes del número final en el que los dos acróbatas nos ofrecen sus extraordinarias acrobacias en el aro. La proyección de sus evoluciones con las telas, resulta demasiado fría frente a la fuerza de los acróbatas en vivo y hace que su ausencia sobre la escena se le antoje al público demasiado larga.
Más allá de lo visual, de la atmósfera… lo que engancha al espectador, lo que llena de fuerza al espectáculo marcando su latido, es la cercanía, la respiración de los acróbatas casi en el oído, el sonido de la piel rozando con las cuerdas… Cuando no está, se echa tanto de menos…
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, lunes 1 de febrero de 2010