Diario de Origami

Enseñar la vida por dentro

 

Praga, 5 de febrero de 2010

Esta noche he vuelto a soñar con Xavier Ripoll, el actor. Transitábamos juntos por un laberinto de azulejos madrileño. Siempre que nos encontramos nos lo pasamos muy bien. En sueños. En persona no tengo el gusto. Le cuento el sueño a un amigo de la capital española e inquiere: “¿No rondaríais acaso por el Callejón del Gato?”

Merienda con mis agentes checos, los Turner.

 

Praga, 7 de febrero de 2010

Correo de Elena Flašková desde Bratislava. La generosidad eslava no deja de sorprenderme. A Elena la conocí en Madrid… por partida doble. Primero nos presentaría Juan Miguel Hernández en El Torito, un lugar donde lo inesperado se conjuró a mi favor y decidió esperarme. Al cabo de unos días, Fernando Gómez Grande volvía a presentarme a Elena, redoble de alegría, esta vez en La Latina. Por sus callejuelas en pendiente me dirigía cada mañana al Hotel Ganivet. En el vestíbulo del hotel, ordenado en distintos niveles, había encontrado el clima adecuado para escribir. Ahora que lo pienso, ¿se llamará Ganivet por Ángel Ganivet, el escritor granadino incluido en la Generación del 98 como autor póstumo? Se suicidó en Riga, en la actual Letonia. Lo conseguiría a la segunda, y al estilo Nepomuceno, que dirían los checos con su siempre particularísimo sentido del humor transbélico. El estilo Nepomuceno requiere de un puente y un río, aunque el puente no es imprescindible, sirve un barco. Ángel Ganivet se arrojó al río Dvina a finales de noviembre de 1898. El crudo invierno sólo le prometía al andaluz nuevos intentos de suicidio. El duro y largo invierno del norte. Al otro lado de la ventana, Praga dormita a diez grados bajo cero. Es en abril cuando se registran más suicidios en el país: la nieve y el frío aún no han cedido a la primavera y el hombre, menguado y desolado, se arroja. El 3 de febrero de 1997, hace poco más de doce años, caería Bohumil Hrabal. Una muerte controvertida. Algunos dicen que fue un accidente, perdió el equilibrio mientras daba de comer a las palomas en la ventana. Apoyan esta tesis unas declaraciones del escritor grabadas para televisión pocos meses antes de su muerte: “No voy a tirarme por ninguna ventana, mi ángel de la guarda me ha susurrado al oído que no es tan fácil cruzar el puente que conduce al universo”. Al poco tiempo su cuerpo descendería entre copos de nieve desde un quinto piso de altura.

En su correo, Elena Flašková me escribe que conoce a Milan Kňažko. No sé de qué me extraño. Qué pequeño es el mundo, sobre todo cuando late con pasión y, en concreto, con pasión por el teatro.

 

Praga, 9 de febrero de 2010

Noche de títeres en Švandovo Divadlo: Tibet, tajemství červené krabičky (Tíbet, el misterio de la cajita roja) de la compañía Buchty a Loutky. Reservo la entrada por chat, qué maravilla. El público adulto, en la gradería, como niños. La obra está inspirada en un cuento ilustrado de Petr Sís, artista de Brno que reside en Estados Unidos desde 1982, año en que solicitó el asilo político. Sólo un fogonazo de luz después del oscuro final saca al público de su trance y aplausos. Se encienden las luces de sala y los actores invitan a los asistentes a acercarse al escenario y jugar con los títeres, inspeccionar la escenografía, tocarla… En silencio, con sumo respeto, el público se entremezcla con los actores. Una monja de la primera fila acaricia un yak de madera que saca la lengua. La cornamenta del animal se enreda en los bajos de su falda.

 

Praga, 10 de febrero de 2010

“Leí Origami en un suspiro y me cautivó. Es una obra filosófica sobre el amor, la manipulación y la capacidad de creación y Carlos Be es un hombre de teatro apasionado. La obra desarrolla una trepidante trama criminal que mantiene al lector en suspense, y estoy convencido que al público también lo mantendrá.” Milan Hein dedica estas bonitas palabras a Origami en la página web de Divadlo Ungelt.

En mi primer y agotador día en Praga, el más frío de todo el invierno de 2006, me senté a descansar una única vez en un banco de la plaza Týn, a escasos metros del teatro que ahora me acoge con tanto cariño. Como cada rincón de esta ciudad, esta plaza cuenta con su propia leyenda. El mercado medieval que aquí se celebraba nos remonta al siglo X y reunía a mercaderes llegados de toda Europa. Los comerciantes de Bohemia y Moravia eran los únicos que podían comprar las mercancías expuestas. Se la conocía también como plaza Alegre (Fronholf), por el buen carácter de sus concurrentes, y como plaza del Arancel (Ungelt), por la casa de cambio emplazada en una de las viviendas colindantes. El gobierno de la ciudad creó un cargo administrativo que tenía como misión salvaguardar la honradez y el entendimiento mutuo de la gente del mercado, y pobre de él si favorecía o participaba en alguna estafa: se le clavaba a una columna de la plaza por la lengua y allí permanecía hasta que conseguía liberarse solo, es decir, a cuchillo o con un desgarrador tirón. La leyenda de la plaza Týn narra que en cierta ocasión un comerciante de Padua que venía a ofrecer sus mercancías a Rodolfo II se alojó en una de las casas de la plaza, propiedad de un fabricante de ruedas. Durante su estancia en Praga, la mujer del fabricante enfermó y el comerciante, gracias a sus conocimientos médicos, fue el único que supo salvarla un su destino fatal. En agradecimiento, el fabricante no quiso cobrarle nada por la posada y el comerciante, al despedirse, regaló tres velas con propiedades mágicas a la familia, gracias a las cuales, con el transcurso de los años, lograrían salvar su dinastía de una muerte segura.

 

Praga, 11 de febrero de 2010

Si alguien me pregunta a qué me dedico, le respondo en un soplo: “¡Ah! Es un trabajo de poca apariencia y de mucha ciencia. Enseño la vida por dentro”. La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca.

Pasado mañana, reunión con Jan Písařík y Alena Schäferová en Divadlo Ungelt. Primera puesta en común con escenografía y vestuario. Ya se escucha el pulso de la marea en la dársena que guarece la obra, y el viento que llama a las velas.

 

 


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