“La Fábrika”/Nostraxladamus
Nueva energía
Obra: La Fábrika. Compañía: Nostraxladamus. Intérpretes: Raúl Castillo, Oscar Hornero, Alfonso Miranda y Miguel Pollán. Escenografía: Carlos Alcolea. Iluminación: José Ramón Bergua. Vestuario: Aihnoa Polo. Dirección: David Ardid. Lugar y fecha: Teatro Arbolé (Zaragoza) II Ciclo de Teatro Emergente. 12 de marzo de 2010
Por segundo año consecutivo Teatro Arbolé organiza el Ciclo de Teatro Emergente, como apuesta por ese teatro que poco a poco intenta abrirse paso desde lecturas jóvenes, diferentes y nada convencionales del hecho teatral. En esta ocasión le correspondió al turno a la compañía zaragozana Nostraxladamus, un colectivo surgido hace algunos años por iniciativa de varios integrantes de la Asociación de Malabaristas de Zaragoza, con el objetivo de difundir su visión del nuevo circo. “La Fábrika” es el espectáculo que presentaron el pasado viernes ante un público que ocupaba la mitad del aforo y que se mostró absolutamente entregado.
“La Fábrika” es el lugar donde trabajan Constantio, Cayeno, Acatisio y Neblino, cuatro peculiares personajes. El primero de ellos, Constancio, sueña con poder producir energía de forma gratuita. De esta manera, se podría cambiar por completo el mundo. De una manera más casual que otra cosa, el resto de los personajes se verán inmersos en ese sueño. La propuesta de Nostraxladamus es un espectáculo cómico que fusiona lances clownescos con algunos números de mazas o pelotas, para contarnos la disparatada historia de estos buscadores de una nueva forma de producir energía. Se estructura en pequeñas escenas de desigual factura. Unas alocadas, imaginativas, originales y realmente divertidas. Otras algo más previsibles. Pero todas atravesadas por la frescura y el desparpajo de los cuatro artistas.
Hay un buen ritmo y hay, desde luego, una lógica interna que da coherencia al conjunto. La escena de los policías es realmente buena, los números de malabares muy vistosos, la escena de las pompas de jabón es un hermoso contrapunto, aunque le sobran, en mi opinión, los guiños a la comicidad del final. Es cierto que la técnica interpretativa se podría depurar más, que la dramaturgia resulta en ocasiones demasiado elemental, que el espectáculo tal vez se alarga en exceso, pero hay algo que suple sobradamente las pequeñas carencias: verles sobre el escenario. Ahí están, disfrutando de ese mundo a caballo entre lo absurdo y lo surrealista. Disfrutan, se divierten, lo pasan bien. Se ve, se nota, se transmite y se contagia. Y así, el patio de butacas disfruta, se divierte y lo pasa en grande con ellos.
Joaquín Melguizo Publicado en Heraldo de Aragón, Domingo 14 de marzo de 2010