Angelina o el honor de un brigadier / Jardiel Poncela / Pérez de la Fuente
Moderna lectura
Obra: Angelina o el honor de un brigadier. Autor: Enrique Jardiel Poncela. Produce: Pérez de la Fuente Producciones. Intérpretes: Chete Lera, Soledad Mallol, Jacobo Dicenta, Carolina Lapausa, Luis Perezagua, Zorión Eguileor, Carmen Arévalo, Daniel Huarte, Paco Blázquez, Samuel Señas, Ana del Arco y Sara Rivero. Vestuario: Javier Artiñano. Iluminación: José Manuel Guerra. Espacio sonoro: Luis M. Cobo. Escenografía y dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Teatro Principal de Zaragoza 24 de marzo de 2010. Cercano al lleno.
Lo confieso: Jardiel Poncela no se encuentra entre mis autores favoritos, se sitúa más bien en las antípodas. Los aires machistas y racistas que se agitan en algunas de sus obras, sumados a su declarado filo-franquismo hacen que no pueda ser de otra manera. Pero sí, tenía talento para construir piezas teatrales. Más moderno (para su época) que vanguardista, creó obras casi redondas (“Cuatro corazones con freno y marcha atrás”, “Un marido de ida y vuelta” y naturalmente “Eloísa está debajo de un almendro”) y algunas otras que las adelantaron en popularidad, que no en hechuras. Tal es el caso de “Angelina o el honor de un brigadier”. Quizás sea un poco exagerado presentarle como precursor del teatro del absurdo, aunque es innegable su habilidad para crear y encadenar situaciones inverosímiles, y su medida dosificación de la comicidad en el lenguaje.
Con estas herramientas construye una divertida historia de amores, fugas, cuernos, duelos al amanecer y apariciones espectrales, con la que parodia los melodramas de finales del siglo XIX, historia que, si bien es divertida, queda ya un poco alejada de nuestra realidad (teatral y social), con lo que puede albergar algunas dudas sobre su vigencia. Pero bienvenida sea su mofa del donjuanismo y de la exacerbación calderoniana del honor.
En lo puramente teatral, Pérez de la Fuente ha planteado una cuidadísima puesta en escena trufada de grandes aciertos. Además del ritmo trepidante y bien medido que imprime a la función, de la original y muy teatral manera de resolver las transiciones y las mutaciones escénicas, de los telones pintados, de sus inteligentes detalles de dirección (los gatos, la tila cayendo a cámara lenta, el momento de la habanera…) consigue llenar de modernidad un discurso escénico que recupera un texto que en algunos aspectos acusa el paso del tiempo. No termina de funcionar, sin embargo, el recurso de las linternas. Si bien es cierto que resulta un juego original en la primera escena, su uso reiterado en escenas posteriores termina chirriando un poco. Su acertado diseño de vestuario, su excelente iluminación y un solvente trabajo interpretativo (notable Jacobo Dicente, sobrio y eficaz Chete Lera) terminan de componer la afinada partitura de una propuesta divertida y bien realizada.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 26-3-2010