Crónica de una expulsión anunciada
Veinticuatro horas dantescas en el tejido sionista de la impunidad. Veinticuatro horas de cacheos, interrogatorios, aeropuertos, celdas y camiones blindados. Este es el resumen de un viaje de ida y vuelta a ninguna parte que terminó con mi expulsión de Israel por ?seguridad nacional?, el único argumento esgrimido por un Estado que me ha negado explicaciones y un trato digno. Durante ese tiempo he sido africana, palestino, espalda mojada o exiliado republicano y no un simple clown intentando compartir risas y esperanzas bajo la utópica carpa del circo de la libertad.
Dormir en la litera cuarteada y mugrienta de una celda de aislamiento israelí es como atravesar la puerta del infierno. Allí el tiempo se para, no hay razón ni lógica y todo se vuelve claridad que ciega y silencio atronador. Los cierres metálicos se superponen a voces desconocidas en un idioma que antaño imploraba y hoy sentencia y oprime. Los usos perversos convierten a las lenguas en herramientas del terror y cuando policías armados te gritan en hebreo a las cinco de la mañana en un lugar indeterminado de Tel Aviv, la indefensión se conjuga en tu idioma y el miedo se viste de fiesta.
Horas antes no éramos nadie, sólo cuerpos amontonados en salas de interrogatorios, cuerpos a los que a veces mandaban sentar o comer, desnudaban para cachearles el alma o eran fotografiados como reses antes de poner a subasta. Y todo bajo la sinfonía del crimen por cometer: el dilema es saber qué crimen has cometido y cuál van a ocupar ellos y ellas.
Israel no es un país, es un ejército de ocupación que no sólo tiene secuestrado a todo el territorio palestino sino que también ha tomado como rehén a buena parte de la conciencia de occidente. ¿Acaso sirve de algo el pasaporte español en Israel? ¿Acaso nos protege nuestra embajada, Constitución o cuerpos de seguridad nacional? Muro arriba muro abajo, los israelíes entran y salen de las resoluciones de la ONU como un violador sobre el sexo de su víctima. Por fin se ha hecho justicia y durante unas horas alguien de Lugo ha sido también de Haifa, de Hebrón, de Gaza… eso sí, sigo vivo y sin marcas en mi cuerpo físico.
La experiencia me ha demostrado que en Ben Gurion no existe ni el derecho internacional ni los derechos humanos. Allí manda el ?no? a los abogados, a los intérpretes, al papel y a la dignidad humana. Un ?no? que cuenta con la complicidad de la Unión Europea, Zapatero y sus afines que siguen reconociendo a Israel como un estado democrático, por lo que este humilde payaso internacional no reconoce ni a Moratinos ni a toda su familia de vasallos y burócratas. No tengo presidente ni ciudadanía practicable. Europa no existe en Oriente Medio ni en las comisarías de Barajas donde la policía nacional no me permite presentar una denuncia tras sufrir 24 horas de malos tratos sionistas.
Quizás hoy sólo ha sido un día más para las fuerzas de ocupación hebreas pero para mí ha sido el momento en el que me han despojado del disfraz de ciudadano europeo. No quiero ni imaginar si hubiera nacido en Tinduf, Chihuahua, Nablús, Ciudad del Cabo o Ponteareas antes del 36.
El Festiclown Palestina será una realidad más pronto que tarde y las mejores compañías de clown y circo del mundo entraremos en territorio palestino para derribar el muro de la impunidad y la indiferencia, aunque intenten expulsarnos o encerrarnos. Porque la fraternidad humana no puede ser detenida por tanques ni pactos secretos de los gobiernos.
Iván Prado
Director de Festiclown Palestina 2010