Críticas de espectáculos

Borrón#8/Losquequedan

Emborróname

 

La última creación de “Losquequedan”, titulada “Borrón #8”, es una de las expresiones más luminosas de lo conceptualmente conceptual. Coloca al espectador impelido a realizar una misión sobrevenida: ejecutante activo de las disquisiciones filosóficas-experimentales de los cinco danzantes que logran con sus cuerpos una caligrafía espacial que supera cualquier estabulación genérica. Sin duda, abre un nuevo capítulo en la danza contemporánea, asomándose al abismo de la creación absoluta, total, en donde el concepto se materializa, se hace cuerpo, se metaboliza y se expresa en una musicalidad que supera cualquier metafísica para ahondar en la física cuántica, centralizando el mensaje en el tercer supuesto de la termodinámica, que nos asegura que la materia se transforma ante la fuerza de la mirada genitiva.

Impecable su conceptualización y su indagación en las simas más ancestrales y primigenias de la danza, pero lo realmente impresionante es su espacio escénico, la utilización de una piscina variable, cambiante, mutable, transformable a la vista, ora con unas aguas torrentosas que cambian de color, ora plácidas, casi tropicales o que recuerdan los glaciares de las montañas tibetanas hollados por los cisnes multicolores, en donde los cuerpos cincelados de los bailarines se convierten en esculturas acuáticas que sugieren una reconstrucción del canon estético helénico, pero superado por la clara adscripción a la generación facebook, al uso indiscriminado de mensajes telúricos que al convertirse en impulsos geométricos e informáticos logran una estabilización emocional en los espectadores que enciende las pasiones, irremediables, en muchas ocasiones, como en la función presenciada en la que una inmensa mayoría de los espectadores acabaron mezclándose con los actuantes en la piscina al ritmo de la música de Sergio Dalma.

Espectáculo de rara belleza, pero una experiencia realmente inenarrable, irrepetible, donde el subconsciente se presenta en forma de sueños húmedos, que se vuelven tangibles, y que, seguro, quedará para el recuerdo de los espectadores de manera imborrable. Como dijo Voltaire: “mon Dieu, Patxi, c’est magnifique le pacharán”.

Carlos Gil

 

 


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