Zona de mutación

El frío desencanto del que no aúna

El gobierno argentino de Cristina Fernández, luego de innumerables idas y vueltas, hizo suya la causa de restaurar el mural pintado en Argentina por Siqueiros, en la década del treinta del siglo pasado, en el subsuelo de la casa de Natalio Félix Botana, director fundador del diario ‘Crítica’. Botana era abuelo del dramaturgo Copi y, a la sazón, anfitrión de parte de lo más granado de la ‘intelligentzia’ de su tiempo. Así lo ejemplifica una maravillosa anécdota relatada por Pablo Neruda en “Confieso que he vivido”, cuando a la sobremesa de una comida, se las ingenió para escabullirse con la mujer de Siqueiros, la sensual poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, rumbo a una torre de la casa. Neruda le encarga a Federico García Lorca que los había seguido, hacer de campana para que avisara sobre cualquier ‘peligro’. Federico, agitado por la responsabilidad, o quien sabe, quizá por su proverbial ‘duende’, hizo tal tipo de aspavientos que fue más lo que llamaba la atención que lo que la dispersaba, y por si fuera poco, terminó cayéndose por las escaleras en un ‘escándalo’ de costaladas cuesta abajo. Al final, la pareja, atareada en su fusión ‘erótico-cósmica’, debió acudir a auxiliarlo. Es sabido que Neruda, puesto a jugarla de macho cabrío, era de cuidado, lo que puede atestiguarse no sólo por la brillante cornucopia que le calzara a nuestro Siqueiros, sino por la húmeda poesía amorosa que nutre su producción. La cuestión es que el mural del mexicano, desde que la familia Botana cayera en desgracia, y perdiera justamente esa casa, entró en serio riesgo de perderse, lo que ha merecido actualmente el interés de documentalistas y cineastas que lo atestiguan . Aquel plástico, famoso por ser junto a Orozco y Rivera uno de los grandes representantes del muralismo mexicano, también lo fue por haber atentado en 1940, como esbirro pro-ruso, contra la vida de Trotsky en su casa de México. A pesar de su fracaso, éste objetivo fue finalmente alcanzado tres meses después, a manos del catalán Ramón Mercader, por instigación de Stalin, encontrando motivaciones en los resentimientos que produjo el papel del POUM en la guerra civil, donde se versionaba al trotskysmo como funcional al nazifascismo y como una rémora del avance revolucionario en España. Divergir, divergir en una oposición absoluta, era la acusación endilgada a esta corriente política. Siqueiros, como conspicuo stalinista alimentaba ese resentimiento y de hecho había estado en España, justamente luego de pintar el mural en Buenos Aires. La discordia Stalin-Trotsky incluye la acusación de éste como responsable de haber inducido la muerte de Lenin por envenenamiento. El mayor movimiento artístico del siglo XX, el surrealismo, luego de una primera etapa de afiliación al PC francés y ruso, rompe filas y, salvo Aragón, brinda su apoyo a Trotsky. El primer reparo que el jefe del Ejército Rojo les hace por ‘abstractos’, es desbordado por el ímpetu activista del grupo, y con el tiempo, por la soberbia labor que la segunda esposa del militar revolucionario, Natalia Sedova, guardaría frente al desengaño que suponía la situación en la URSS, cuyo signo más fuerte lo ejemplificaba el suicidio de Maiakovsky. Este poeta y Rivera habían tenido una audiencia con Stalin de la que salieron echando chispas y desilusionados. No pocos adjudican al resultado de la misma, la decisión del poeta ruso y la posterior invitación de Rivera a que Trotsky se instalara en su casa de México. El surrealismo es un grupo artístico que desnuda las espantosas contradicciones que llevarán la Revolución Rusa a la tumba, lo que lo hace paradigmático como grupo cultural-revolucionario. Es decir, el desprecio al surrealismo es político-stalinista, eso es claro. Estas detracciones no sólo se cumplieron en Rusia o Europa, sino que por designio imperial, también se ejercieron y se ejercen hasta el día de hoy en nuestros países de la América del Sur. Que Trotsky le dé la mano al Poeta y no que lo mate como venía haciendo Stalin, salva para los tiempos, el mito de la palabra encarnada como la máxima herramienta insobornable: la libertad. Desde esta perspectiva, la discordia política stalinismo-trotskysmo es ilevantable y la chance que la cultura experimental le dio al pensamiento revolucionario, fue que después de la debacle del Este, el marxismo pueda recuperar una mirada integral, que las estrategias de la revolución en un solo país le quitaron. Desde esta perspectiva es que, creo, este tema se hace interesante, más allá de que rápidamente la intención política de cualquier intelectual-artista de estos tiempos, se cocine colocándolo arbitrariamente en alguno de los viejos andariveles de discordia que han constituido a la fecha, un callejón sin salida. El surrealismo en su momento había destacado figuras como Naville, como Bejamin Péret (considerado el mejor poeta del movimiento), Breton obviamente, y más acá en el tiempo Bounure. Este movimiento interesado en aunar el ‘cambiar la vida’ de Rimbaud con el ‘transformar el mundo’ de Marx, según se hace mundialmente trascendente, mientras Trotsky se hacía un espacio casi consular en Mexico. Ambos empiezan a recibir las represalias de los distintos PC latinoamericanos, donde la discordia stalinismo-trotskysmo servirá, inclusive, para rendir hasta en peleas como la sostenida por Galeano y Reinaldo Arenas, acusándose mutuamente de ser agentes de las inteligencias imperiales: éste de la CIA el otro de la inteligencia cubana bajo el ala rusa, respectivamente. El editor de Arenas en Francia era un conspicuo surrealista (cubano en el exilio) de la segunda generación, como Jorge Camacho. Recordemos que Cuba es quien acoge al perseguido asesino de Trotzky y a su madre, socia e instigadora del crímen, para ser luego condecorado como héroe nacional en Moscú. El grupo argentino de la revista Poddema en plena Dictadura Militar, pone el dedo en la llaga del hombre nuevo, desde escenarios culturales, condenando la actitud acomodaticia del hombre de la cultura, no ya bajo los avatares del régimen, sino después, ejerciendo connivencias o inauguraciones a cambio de jugosos emolumentos, a las que lamentablemente no eran ajenos, los más conspicuos artistas identificados con la izquierda. El proyecto del hombre nuevo supone una nueva percepción, una nueva mirada, una nueva sensibilidad. Una renovación de los lenguajes. No hay un mirar nuevo con ojo viejo. Esta misión de una radicalidad, se puede destacar en Trotsky, en Walter Benjamín o entre nosotros, en el gran peruano José Carlos Mariátegui. Esto es, la concordancia de una vanguardia política no es posible sino tiene al lado, una vanguardia artístico-cultural que trabaje la percepción profunda de las cosas. La imposible unidad de los grupos destinados a corporizar lo nuevo, allende los oportunismos electorales, alimentados por la ausencia de una verdadera auto-crítica de lo operado estratégicamente en los años de plomo, que valora como una concesión al enemigo, opta por mantener como máscara democrática, algunas políticas de alianzas francamente risibles. Las discordias insalvables del pasado en la vanguardia revolucionaria (que podrían ejemplificarse en dualismos exculpatorios: tomar las armas sí, tomar las armas no), parecen justificar la imposibilidad actual de este balance. Así, tales disensos, relativos a una nueva percepción, se extienden al plano de si para cambiar los lenguajes hay que cambiar las palabras. La casi nula recaudación de votos de la izquierda indicaría que la diferencia no asumida en el propio sector, autoanula como una hidra que se divierte comiendo las cabezas que están al lado, sin comprender que se come a sí misma. Es claro que la fórmula del lenguaje estatutario del realismo socialista supera en velocidad política la instauración de un lenguaje re-encantatorio del mundo, si nos atenemos a un lema del surrealismo, amparada en el mecanismo represivo más grande de la historia. Al final, todo viso de ‘irracionalismo’ o de cosa que por simple techo cultural no se comprenda, trae aparejada la condena por intelectual, por surrealista y hermético. Esto es parte del bando que se hizo fuerte desde los puntos fijos del Peceísmo de cada país, frente al nomadismo complicado del trotskysmo post-Trotsky. El surrealismo resultó la avanzada cultural del trotskysmo internacional, manifestada en la marginalia de revistas, documentos, manifiestos, encuentros, debates, seminarios, congresos, libros, música, y cuya efigie emblemática fue Benjamín Péret, encarcelado incesantemente hasta su muerte por su pertinacia revolucionaria impar. El escamoteo ideológico que el fascismo de izquierda, validado por el Pacto Stalin-Hitler, hizo que aún hoy, cualquier ruptura del sentido común sea enrostrable a un maligno ‘surrealismo’, convirtiendo a este movimiento estético, en el sinónimo de aquello que no se entiende. La producción de singularidad, de sujeción, de originalidad, se adscribe, bajo sospechosos autoritarismos ‘progres’, a disparos de locura, de esoterismo y metafísica. Un nuevo espíritu renovador y revolucionario habrá de dar un salto cualitativo a estas discordias que atrasan y enferman de ilusiones, utopismos viejos, setentismos, triunfalismos vacuos. Bounure profesa: “la subversión de las condiciones psicológicas de la existencia humana con el objetivo de poner fin a los efectos devastadores del conflicto entre el principio de placer y el principio de realidad”.

 

 


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