Zona de mutación

El corte, el stop. La modulación de la energía

Los mecanismos de emisión de la energía en la que se basa luego el decir que hemos captado una presencia, una empatía, un carisma, responden a una administración de los flujos expresivos. En la expresión no toda esa energía va afuera (ex-presión), pro-yectada, hacia delante. Esta responde a una formalización de su capacidad irradiante, donde, por decirlo de alguna manera, los rayos que intervienen tienen distinta longitud de onda, lo que permite ese juego idóneo para alumbrar la Forma. En ella se ven intensidades, colores, texturas, temperaturas, densidades, etc. Toda una paleta. El cuerpo, que es la plataforma de lanzamiento de la energía tiene en la mente a su ‘pianista’, su pulsador, en cuanto a la modulación formal, estética de la misma, la cual es emitida con toda esa riqueza de espectro cromático tan amplio e infinito, como la capacidad artística de su emisor dispone. El don y el talento se combinan a estos efectos. Hasta aquí bien, pero lo más interesante de referir es que esa emisión-irradiación, proyección de la energía, no se hace a través de mecanismos de expulsión o tensando el cuerpo, cual si fuese un mecanismo oclusivo, esfinteriano que, más carga y acumulación, permite el mecanismo de expulsión. Pero es lo que constituye el error: disponer del cuerpo en tanto esfínter de dicha energía. Es decir, la expresión no es ni un flato, ni las heces de nuestra alma. La energía no se deyecta, ni depone, ni evacua, ni expulsa, ni defeca, ni exuda. Ni es fruto orgásmico, eyaculatorio. La energía, como el soplo creador, es la materia formalizante y que está en el dominio del artista. Uno de los secretos de la voz, es anular los mecanismos oclusivos, tensionantes de la garganta (lo que por otra parte daña las cuerdas vocales) por no saber manejar la emisión desde los músculos costo-diafragmáticos. Eso hace que el mecanismo oclusivo, violente literalmente el sistema fonal completo, y de ahí, se violente el dispositivo expresivo en sí. Es lo mismo cuando el cuerpo ocluye la energía, la violenta y esta violencia, bajo forma de fricción, de tensión, constriñe y desgarra en pulsos angustiantes, de auto-agresión neural, lo que se supone la expresión. Operar así es como torturar al cuerpo para que confiese lo que sabe, torturar a la planta para que nos entregue la flor. Toda esta neurotización de la actuación, conduce a que los mismos mecanismos psicológicos operen esfinterianamente, para obstruir y liberar unidades expresivas, mediante tensiones. Esta tensión pirata es enemiga del arte y no hace más que demostrar la incapacidad técnico-artística para establecer la libertad modeladora de la Forma. El bloqueo de la motricidad es la capacidad de desatar el sueño. Ese bloqueo no es muscular, sino que responde a la ‘musculatura’ diafragmática que es la mente. Esta especie de voluntad, en tanto responsable general de la expresión, no actúa mediante contra-órdenes de energía, sino por la modulación de su capacidad motriz. El ser ‘respira’ esa energía creadora y para formalizarse, configurarse, no necesita dar golpes oclusivos como los que damos con la glotis cuando transgredimos el buen decir, entre otros momentos, justamente cuando ‘actuamos’. Es decir, la fuerza motriz para ‘cortar’ la energía lo que hace es suspender la emisión y no bloquearla. Esa suspensión equivale al silencio activo de la música, al espacio no pintado de un cuadro. Toda contra-orden manipulante será indefectiblemente una violencia opositiva, destructora. No se maneja la energía a base de ‘golpes’. La energía creadora nunca se violenta. Es pródiga, dadora. La destrucción produce su pérdida, su fuga, la caída en la nada de lo informe.

La bioenergética trabaja sobre polaridades: expansión, contracción. Conciencia y motricidad no tienen obstáculos. Si hay interferencias, tensiones, se producen diques de energía retenida que alteran la estabilidad de un organismo. La sobrecarga proyecta el excedente hacia el exterior. Esa salida de la energía puede hacerse como se hace con el soplo creador, regulado y proyectada y no meramente descargada. Un organismo que elimina excedentes las descarga en forma de heces y no es extraño que descargue energía de esa forma. Si no es así, lo hace a costa de un trabajo de tratamiento del desecho con efecto reconductivo, donde la creación ligará ‘la creación’ a la formulación de una liberación. Esa energía reconducida es una verdadera ‘parte maldita’ si usamos la fórmula de Georges Bataille. Por lo que no es de extrañar que esa energía excedentaria sea cuidadosamente vigilada y monitoreada a través de estratégicas ‘secretarías de cultura’. Cambiar el destino de una energía desechada y evitar el destino innoble de ser defecada, meramente secretada, son algunas de las incidencias que realiza el ‘trabajo’ artístico. El control consciente que permite su proyección es a costa de una polarización. Pero en ésta, de lo que se trata es de evitar las superficies de separación, la discontinuidad. Establecer, digamos, un ‘regulador’, un termostato a la energía, es a costa de una oposición. Uno puede estrechar los canales de ese flujo para que la energía cobre fuerza o velocidad canalizante, con la posibilidad de dirigirla. Uno dice, hay que estar bien de la cabeza, pero también de la base motriz establecida en la pelvis. Uno debe estar bien de la pelvis, otro decir. La continencia de un cuerpo está ligado a principios de higiene, de conciencia psico-física.

 

 

 


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