Críticas de espectáculos

“Chicago”/ Fred Ebb, John Kander y Bob Fosse

Corazón de Jazz

 

Obra: Chicago Autores: Fred Ebb, John Kander y Bob Fosse. Produce: Stage Entertainment /Vértigo Tours. Intérpretes: Marta Ribera, Carlos Lozano, María Blanco, Adan Aguilar, Jacques Vidal, Fedor de Pablos, Silvia Álvarez, Ela Ruiz, Teresa Belza, Sarah Schielke, Viviana Camino, Linda Mirabal, J. Giró, Vanesa Bravo, Pacual Orti, Paco Abarca. José Antonio Torres, Chema Zamora, Víctor González, Jordi Gordo, Lucy Lummis, Estefanía Corral. Dirección Musical: Sergi Cuenca. Escenografía: John Lee Beatty. Vestuario: William Ivey Long. Iluminación: Ken Billington. Coreografía: Ann Reinking y Gary Chryst. Dirección: Bob Fosse y Nigel West. Palacio de Congresos de Zaragoza 7 de octubre de 2010

No hay que esperar más para decirlo. “Chicago” es un gran musical y un buen espectáculo. Y lo es, tanto por lo que tiene como por lo que no tiene. Escénicamente tiene un planteamiento soberbio. ¿Qué es lo definitorio y característico de un musical? La música y la coreografía, evidentemente. Pues bien, “Chicago” hace gala de ello y lo proclama, lo grita, lo enseña. Coloca a la banda (¡qué magnífica banda!) en el centro del escenario, ocupando la mayor parte del espacio, en un graderío acotado por un enorme marco de fotografía, de esos antiguos de destellos dorados que rezuman historia. Porque este “Chicago”, es como una fotografía del Chicago años 20.

Así, la esplendida partitura se convierte en el corazón del espectáculo y va marcando el latido de lo que sucede en escena. Para la acción escénica queda el primer término del escenario y algunos niveles del graderío que ocupan los músicos. Ese espacio, inteligentemente utilizado, es suficiente para que brillen las coreografías de Ann Reinking y Gary Chryst. Y no hace falta más. No hay una escenografía deslumbrante, ni unos figurines espectaculares, ni cambios de trajes a lo “momento gran show”. No, no hay nada de eso. Afortunadamente. Porque de existir todo ese fuego de artificio, habría que pedir que lo quitasen con urgencia. En eso que no tiene, descansa gran parte de su fuerza visual. En la sobriedad y en la estilización de su puesta en escena. Unos trajes negros, unas sillas, una espléndida iluminación con los focos a la vista, algunos elementos de apoyo… y brillando sobre todo ello un sobresaliente trabajo de los músicos y el cuerpo de baile. Frente a la evidencia de los decorados ampulosos, nos propone, con gran acierto, este ejercicio de abstracción artística.

Un musical no deja de ser una obra de teatro con música y números de baile. Por tanto, ha de tener una historia, una dramaturgia que nos cuente algo. Y aquí, donde muchos musicales hacen aguas, “Chicago” también sale bien parado. En efecto, hay una historia con asesinatos, corrupción, codicia, traiciones, manipulaciones… y además, está bien contada. Y en una propuesta tan bien concebida, planteada y realizada, se cuela una pregunta casi lacerante: ¿Por qué Carlos Lozano? A pesar de mostrarse voluntarioso, desentona claramente con el buen nivel del conjunto.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón, 9-10-10


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