“La historia de amor del siglo”/Märta Tikkanen/Mariano Anós/Embocadura
Cuando el amor duele
Obra: La historia de amor del siglo Autora: Märta Tikkanen. Dramaturgia: Mariano Anós y Francisco J. Uriz. Compañía: Embocadura. Intérprete: Ana García Arnaiz. Escenografía: Pepe Melero. Iluminación: Javier Anós. Vestuario: Asun Trallero. Movimientos escénicos: Silvia Auré. Dirección: Mariano Anós. Teatro del Mercado (Zaragoza) 2 de noviembre de 2010.
No fue mucho el público que se dio cita el pasado martes en el Teatro del Mercado para asistir a la presentación de «La historia de amor del siglo», el último espectáculo de Embocadura que ha dirigido Mariano Anós, sobre el poemario homónimo de Märta Tikkanen. La propuesta, sin duda, merecía una mayor respuesta del público. Los poemas abordan la violencia machista, el alcoholismo, la maternidad, la complejidad de las relaciones… todo ello a través de la mirada particular de la escritora finlandesa, desde la intimidad, desgarradora en ocasiones, de su propia experiencia. En las palabras de Märta Tikkanen hay emoción, angustia, amor, desamor, pero sobre todo hay una brillante lucidez y una enorme fortaleza. Y dignidad. La dignidad de que quien habla a su pareja, no desde la impotencia, no desde la resignación, sino desde la entereza de saberse vencedora en esa dura batalla que es el mal trato y el abandono.
Ana García Arnaiz se viste con un traje confeccionado con esa fortaleza, dignidad y entereza, para hacernos llegar su personaje. Con nitidez. Con claridad. Lástima que en algún momento la música se coma su voz y cueste demasiado trabajo entenderla. Esta es la apuesta de Mariano Anós. Coger los versos de Märta Tikkanen, esa especie de confesión personal, y ponerlos en las manos, y en la voz, y en el cuerpo, y en el alma de una actriz para que los levante del papel y los haga carne sobre el escenario.
Desde el punto de vista escénico, Mariano Anós hace un planteamiento de absoluta sobriedad. Algunos objetos sobre un suelo claro, luminoso, y nada más. El resto son palabras, silencios, gestos, pensamientos, emociones… El texto y la actriz que nos lo dice, son los protagonistas de la puesta en escena. Y existen, se muestran ante nosotros bajo una luz limpia, clara, intensa. Aquí también hay sobriedad. La luz ilumina y renuncia a jugar ningún papel dramático. En alguna ocasión, delimita espacios o marca algún cambio. Nada más. Sin embargo, el discurso escénico en ocasiones resulta demasiado plano, demasiado lineal, y el espacio sonoro no deja demasiado claro a qué obedece ni cuál es su función. Parafraseando al propio Anós, un teatro de intervención, que intenta escapar de la simplificación consoladora del panfleto para abordar la complejidad radical propia del arte.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 4-11-10