El Hurgón

Industrias culturales (IV)

Son pocas las palabras de las que disponemos para calificar los alcances de la gran industria cultural, por todo cuanto abarca, pues no solo es la encargada de irradiar lo que debe ser un ejemplo de empresa cultural exitosa, detrás de la cual hay posicionamiento social y buenos dividendos para sus administradores y amplia imagen corporativa para quienes contribuyen con su desarrollo a través de los aportes del sector privado, sino porque también esta industria tiene el deber político de mantener en vilo la ambición de todos, de hacer gestión cult…, no, industria cultural. Sin embargo, haremos el esfuerzo de escribir algo, para compartir con nuestros lectores, que nos piden, por favor, no callar, nuestra humilde opinión acerca de tan grandioso tema.

La gran industria cultural, debido a que encarna los más grandes intereses de un gran territorio, tiene a su disposición las más grandes posibilidades de promover su ejemplo exitoso en grande, sin sufrir las molestias y frustraciones de tediosas travesías para llegar a cada persona con su mensaje, porque la importancia que posee, y que comparten los grandes gestores culturales, los grandes administradores y los grandes patrocinadores, le abre, como por arte de magia las grandes puertas de todos los grandes medios que van por encima de las personas, es decir, por el aire.

La gran industria cultural es un gran suceso, porque termina convirtiéndose en la bandera de un país, que se siente más grande, cuanto más grande sea la industria cultural que lo represente, y es a la vez, dicha gran industria, el cosmético que le permite ocultar sus grandes dificultades, porque la cultura, así sea tratada como un accesorio, cuando se expone en grande, y además está vestida de gala, genera una cierta sensación de desarrollo y optimismo que contribuye con el alivio de las tensiones.

De lo antes dicho se puede inferir la gran responsabilidad mercantil de la gran industria cultural, y las grandes razones que debe tener para cuidar la gran variedad y multifuncionalidad de sus productos, categorías con las que es mejor que la pequeña y mediana industria cultural no pierdan tiempo soñando, porque, como dicen gestores, administradores y contribuyentes de la gran industria cultural, les falta territorio, y, además, en las pequeñas y medianas ciudades, la gente todavía encuentra placer y diversión usando vehículos primitivos de entretenimiento como la conversación, y la gran industria cultural no está dispuesta a gastar su tiempo en sutilezas, porque su misión es muy grande.

A manera de conclusión apresurada podemos ir afirmando que la gran industria cultural es cosa que sucede en las grandes urbes, adonde todas las rutinas, unidas impunemente, asumen el apelativo de diversidad, razón por la cual sus habitantes alegan mantener una predisposición permanente para comprender lo que en donde se hace pequeña y mediana industria cultural es incomprensible, y por lo que no se pierde tiempo contando con ellas, para intentarlo.

Se colige de lo anterior que no existe una relación, ni de hermandad, ni de cooperación entre la gran industria cultural y las pequeña y mediana, porque la primera es una copia de la relación de distancia que existe entre el centro del poder de un país y el resto de su territorio, con todas las consecuencias de orden presupuestal que tal distancia implica. Es entendible por ello que la gran industria cultural mire por encima del hombro a la pequeña y a la mediana, y alegue que para ella debe ser la mayor parte del presupuesto que se destina para cultura, porque su gran papel de emblema nacional y su responsabilidad de dar ejemplo para el resto de la nación deben ser recompensados con dinero, pues no existe otro medio de satisfacer las exigencias de los grandes gestores y administradores de la gran industria cultural. Al fin y al cabo es una industria y, como tal, la consecuencia debe ser la producción de mercancías convertibles en dinero. En eso y nada más que en eso.

Pero, aparte de la segura producción de dinero, la gran industria cultural tiene un encanto adicional, y parece que es detrás del cual avanzan quienes pretenden llegar a administrarla, y es su vínculo con el poder, del cual se desprende su gran responsabilidad de generar un producto cuyo objetivo fundamental sea el mantenimiento del statu quo.

La gran industria cultural ocurre, o se desarrolla en lugares en donde por ser excesivo el censo poblacional su producción de mercancías es más variada, porque su función es satisfacer a un colectivo variopinto, de diversas tendencias y objetivos culturales, pero con prelación del lado festivo, sin las molestias del control de calidad y de fechas de vencimiento.

 

 

 

 

 

 

 


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