Reportajes y crónicas

Guanajato en pos de la palabra

Durante el segundo congreso de la palabra, desarrollado en las ciudades de León, Salamanca y Pénjamo del Estado de Guanajuato, en México, entre el 25 y 27 de noviembre pasados, con el apoyo total del Instituto de Cultura de dicho Estado, la palabra, en todas sus formas, oral, escrita, pensada, imaginada, soñada, prometida, etc, fue sometida a un riguroso diagnóstico, para determinar su estado de salud en materia de función social, porque se tiene la sospecha de que su misión ancestral de servir de cohesionadora se encuentra en mal estado, porque ya no se la emplea como comunicadora sino como simple intermediaria para la manifestación de necesidades y la solicitud de deseos.

Comprendiendo la difícil naturaleza de los argumentos que se requieren para llegar a este diagnóstico, el Instituto de Cultura del Estado de Guanajuato cursó invitaciones a investigadores, escritores, poetas, cronistas, narradores orales, imagineros, y demás personas que alguna noticia novedosa traían para compartir con los demás sobre sus experiencias íntimas y públicas con la palabra, procedentes de diversos puntos de la geografía mexicana y de América Latina.

Una de las misiones de los invitados era demostrar que la globalización no es un asunto que compromete la voluntad de todos, porque existen quienes, a pesar de su persecución, no están dispuestos a abandonar lo que por generaciones han repetido genéticamente, porque la palabra es también un asunto de genética.

Los argentinos Clara Vickacka y Carlos Silveyra, gestora cultural la primera, y averiguador de caminos posibles para recalar con éxito en el difícil puerto de la lectura, hablaron sobre las nuevas tendencias del libro infantil, determinadas por la inclusión, en primera línea, de la imagen, no como apoyo del texto sino como complemento del mismo. Para llevar a cabo su trabajo hicieron una selección de textos latinoamericanos, para dar una idea de integración, y ofrecieron al diagnóstico de los docentes (el público principal de este Congreso) los libros álbum, considerados por ellos como una innovación útil para sugerir la lectura, si se acepta que las imágenes que posen éstos no son ilustrativas sino interpretativas.

Según palabras del profesor Silveyra, su conferencia estuvo precedida por la armazón de un itinerario del libro infantil en la que prevalecieran los conceptos de libertad e independencia, para hacer un aporte a la efeméride en cuya celebración ha estado embebida América Latina en este año 2010.

– Lo ideal hubiese sido armar un mapa de literatura infantil latinoamericana, completo, pero fue imposible, porque las cosas en América Latina casi siempre son así, es decir, nunca se completan – expresó, con un dejo de pesar el profesor Silveyra, y que abandonó, acto seguido, cuando lo rescató el entusiasmo que le produce el tema de los libros álbum, al que regresó en un momento de nuestra conversación, porque los considera una espacie de salvación de la lectura, debido a que las imágenes que contienen éstos no son apéndices del texto sino su complemento, porque son perfectamente legibles.

– Esa es la razón por la cual ahora la imagen desborda la página sobre la cual ha sido impresa, dando una sensación de continuidad constante del mensaje y de libertad del pensamiento, y no es como cuando estaba limitada por unas márgenes blancas que le servían de marco restrictivo – explicó el profesor Silveyra, en un tono de profunda convicción, que sin lugar a dudas comprenderán los lectores después de leer estos comentarios suyos, que transcribimos textualmente: «Hablaré sobre un nuevo libro de literatura infantil. Antes, en éste imperaba el texto como responsable del mensaje y ahora la imagen se ha entrometido, no para discutirle al texto su potestad de dar el mensaje sino para ampliarlo o complementarlo. Se trata de los libros álbum, y dentro de los libros álbum también hay unos libros sin palabras. En estos libros la lectura no puede hacerse de manera independiente sino complementaria, es decir, pasar del texto a la imagen y viceversa. Hay parte que dice la imagen y parte que dice el texto. Y juntos se complementan y completan la explicación. Otros, son los libros metaficcionales, que son los que se apoyan en mitos preexistentes, como los de los cuentos clásicos, una versión revisada de Caperucita Roja, puede ser, de cómo se construye esa historia, de las peleas internas del narrador, que muestran algo así como el envés de la prenda».

A nuestra pregunta de si esta nueva forma de hacer libros tiene que ver algo con modelos de la globalización, el profesor Silveyra respondió que no cree que ésta haya aparecido con la intención de cambiar algo, sino, mejor, de acompañar un tiempo.

David Huerta, poeta, ensayista y catedrático mexicano pone de relieve la conversación como su mayor gusto, por considerar que es ésta la mejor forma de comunicarse con la gente, pues la conversación – arguye el poeta-, nunca cierra el ciclo, porque deja siempre abierta una puerta para que entre de nuevo el diálogo cuando se le antoje.

La pasión del poeta Huerta por convertir todo en conversación se descubre cuando asegura que ha pasado más de cuarenta años de su vida dando conferencias, y que nunca se ha salido del esquema que creó hace tiempo, de convertirlas en un pretexto para entablar una conversación con el auditorio, porque la idea que él tiene de conferencia no es la de enseñar, sino la de estimular la creación de conocimientos a través del intercambio de opiniones y experiencias que permite todo conversatorio.

Su conferencia titulada «elogio de la lectura», que sin remedio asociamos de inmediato con «elogio de la locura», propone buscar el contacto entre libro y persona a la manera de Quevedo, para quien el acto de aprender es de tipo «mediumnico» (la expresión es del poeta Huerta), es decir, una conversación, «escuchada con los ojos», llevada a cabo con los sabios difuntos de la antigüedad; una especie de diálogo entre quienes siguen discerniendo en el más allá y quienes intentan hacerlo en el acá.

La ilusión del poeta Huerta es lograr que la gente termine maravillada, cuando descubre lo que significa leer un libro, después de hacer un ejercicio de reflexión con su auditorio, descuartizando lentamente un poema de Quevedo en el que habla de la paz de los desiertos.

Y como no todo es felicidad en la vida, el poeta Huerta lamenta que su experimento se hubiese hecho entre personas con aspiraciones de conocimientos inmediatistas, como son la mayoría de docentes que asistieron en calidad de espectadores y receptores de talleres, maestros de básica primaria que andaban en el Congreso en pos de fórmulas mágicas para resolver los problemas estructurales de la educación, y que para muchos de ellos son sólo de índole disciplinaria.

-El mayor problema con el que nos enfrentamos quienes tenemos la tarea de inducir a los demás a que lean es la obligatoriedad que nos obligan a imponer – concluyó el poeta David Huerta, insistiendo en su opinión de que la lectura es un asunto que cada quien debe decidir libremente.

Y como este era un Congreso de la Palabra, no faltaron en él los que, de múltiples maneras, cada uno a imagen y semejanza de quien lo ungió con un taller, cuentan casos, cuentos, historias, y a veces jocosidades, que no son, en todo caso, iguales unos y unas, porque tienen distinta misión, aunque no haya conciencia de ello, y sobre los cuales sólo diremos que a pesar de sus deficiencias consiguieron sentar la idea de que la palabra, en forma oral, sigue siendo un buen recurso para activar la memoria, y hacer perdurable el concepto de colectivo, tan necesario en una época signada por la unicidad, a pesar de la sensación de variedad que nos ofrece el gran espectáculo diario de la múltiple oferta en todos los ámbitos de la vida. Por eso consideramos que deben escogerse, con celo de guardián del valor social de la palabra, a quienes quieran contar historias en el seno de los próximos congresos, porque cada historia contada debe dejar bien sentado que la palabra no es un vehículo de intermediación sino de comunicación.

Algo digno de mención en este Congreso fue la participación de miembros de la comunidad Otomí, de la familia lingüística OTOPAME, activos conversadores en lengua ñañu, en la misma que, según nos dijeron, escribió sus poemas el poeta prehispánico Netzahualcoyoltl, con el beneplácito de los cuatro vientos: sol, agua, aire y tierra, elementos a los que, de acuerdo con la tradición, debe encomendarse en cuerpo y alma quien desea obtener éxito en cualquier empresa que decida iniciar.


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