Incendiaria en combustión

Ser más alto no implica crecer

«El diablo de los números», tituló el agudo alemán. Y es que, si a veces las palabras estropean, los números también parecen ocultar tras su rostro objetivo esa esencia de lo secreto y casi diabólico que tiene la capacidad de engañar con sutileza. Al fin y al cabo, todo puede ser objetivo; todo depende de quién lo interprete.

Números y datos componen las conclusiones del informe «Las cifras de la industria cultural gallega» que como todos los resultados que se presentan en público parecen responder a un crecimiento positivo aunque no sepamos exactamente con respecto a qué. Y las conclusiones vienen a indicar, efectivamente, un crecimiento y un crecimiento en esta época en la que lo cuantitativo ordena y en la que el valor se confunde con el precio, todo lo que sube es leído como positivo.

Recoge este informe las diferentes ramas de actividades comprendidas dentro de las denominadas industrias culturales. Señala este informe que a principios de 2010 casi 7.000 empresas en Galicia desarrollaban sus actividades dentro de este campo (un 2,3% más que en 2008, algo que iba en sentido contrario al resto del tejido empresarial gallego que experimentó una caída del 2,2% en este mismo período). Por otra parte, el documento de 107 páginas también pone de manifiesto el peso de estas empresas en el conjunto empresarial gallego, ya que parece ascender a un 3,4% (y que también sube con respecto a las cifras de 2008, cuando este sector suponía el 3,3% de las empresas gallegas).

Dentro del conjunto de actividades de las industrias culturales, con un 30%, el grupo más numeroso corresponde al comercio de artículos (venta de libros, discos, periódicos y otras publicaciones); el segundo grupo son las empresas dedicadas a las actividades de creación, artísticas y de espectáculos (músicos, actores, dobladores, bailarines, magos, guionistas, escritores…) con un 19%, seguidas inmediatamente de las empresas de publicidad con un porcentaje del 17%.

Se habla de crecimiento porque el número de empresas que se dedicaba a la creación, actividades artísticas y espectáculos ascendía a 1.289 en 2010 (un 12% más que en 2008). Se habla de que el peso relativo de las empresas de artes escénicas en las industrias culturales gallegas en este 2010 asciende a un 18,5% y sigue creciendo. Con un perfil de régimen de autoempleo o con menos de diez trabajadores, Galicia tenía en este 2010 un número aproximado de 160 empresas que desarrollaban su actividad en las artes escénicas. De ellas, más de la mitad se dedica al teatro como actividad principal, el 15% a la danza y el 11% a los títeres. En un lugar más discreto se encuentran la magia con un 7%, el circo con un 5%, las actividades consideradas como de apoyo con un 5% y la docencia, con un 1%. Por distribución geográfica, la provincia de A Coruña y concretamente el entorno de Santiago de Compostela es la localización elegida por la mayor parte de las empresas de artes escénicas. En cuestiones de empleo, las artes escénicas generaron en Galicia en 2008 cerca de 190 empleos, multiplicando por cinco en tres años.

En artes escénicas se habla de crecimiento de la actividad, de aumento del número de empresas en la última década y la multiplicación por cinco de los puestos de trabajo en tres años. No obstante, ante tantas cuestiones en alza, la desconfianza y el pesimismo de estos tiempos inciertos nos llevan a mirar hacia el este año que acaba de empezar. ¿Cómo transcurrirá? ¿Se sobrellevará? ¿Cuántas empresas resistirán en este tiempo en el que las instituciones son las grandes deudoras y las grandes morosas de la cultura? Tal vez la pregunta sea inapropiada en este tiempo en el que toca tener más creatividad que nunca, ya no artísticamente sino empresarialmente. Toca idear sistemas nuevos, nuevos circuitos y riesgos nuevos que nos hagan salir de esa preocupación perenne por el futuro que ha logrado hipotecarnos el presente. Toca luchar por una política cultural emancipada. Toca inventarlo todo. Pero, ¿por dónde comenzar? «Está claro, por el fin del mundo», gritó Aimé Césaire en su «Cuaderno de un regreso al país natal».


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