“El poeta y Platero”/Teatro Arbolé
Acero y plata de luna
Obra: El poeta y Platero – Autor: René Fernández Santana. (Versión libre de ‘Platero y yo’ de Juan Ramón Jiménez) – Compañía: Teatro Arbolé – Intérprete: Pedro Rebollo – Actores/Manipuladores: Pablo Girón y Azucena Roda – Dirección: René Fernández Santana. Teatro Arbolé (Zaragoza) 6 de enero de 2011
Teatro Arbolé cierra la novena edición de su Festival de Teatro para Niños y Niñas recuperando una de sus producciones más premiadas. Se trata de ‘El poeta y Platero’, un texto del dramaturgo cubano René Fernández Santana que se acerca al universo poético de Juan Ramón Jiménez mediante una versión libre de ‘Platero y yo’.
Trabajo actoral y títeres de mesa son las técnicas utilizadas en una puesta en escena que busca la estilización y lo esquemático como altavoz para el lirismo de la palabra. Un perchero de pie, una mesa redonda, una tarima alargada y desnuda en paralelo a la línea del escenario, un pequeño telón de fondo sobre el que se proyecta puntualmente el mar y tras el que desaparecen y aparecen los personajes.
Los titiriteros con vestuario neutro, infundiendo a los muñecos toda la energía que parte de su voz, de sus gestos, de su expresión facial. Y el actor de traje gris perla. Con sombrero y paraguas. Con su fraseo limpio y claro, con su gesto preciso, ajustado, convincente, sutil. Simplemente, un gran trabajo interpretativo. Por momentos se roza la pura poesía. Magnífico el inicio, que nos va mojando con delicadeza, como pequeñas gotas de lluvia. El poeta se acerca entre el público, sube al escenario, entra en el círculo de luz, coloca y flor en su sombrero y nos habla de la poesía y nos cuenta que “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón”.
Lástima que ese tono de cálida lírica no se mantenga a lo largo de toda la función. Se recupera hacia el final, cuando el pequeño Platero muere junto al mar y el poeta le convierte en personaje inmortal entre las páginas de su libro. Hay momentos de gran belleza visual (como la pesadilla de Platero), los muñecos son atractivos, novedosos y de gran fuerza expresiva (cabeza y cuerpo, pura síntesis, aportando el titiritero sus propios brazos y manos), hay un buen ritmo, capacidad de sorpresa, un buen trabajo de manipulación…
Pero en ese viaje del poeta y su Platero, en su travesía en busca del mar, falta tal vez que la poesía brille con más intensidad, ese toque, ese pequeño detalle (como esa flor que se coloca en el sombrero) que el espectador percibe como una especie de guiño emocional. “El poeta y Platero” es un buen espectáculo que nos ofrece momentos verdaderamente hermosos.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 8 de enero de 2011