El Hurgón

La educación es sólo un tema de conversación

El de educación es un tema que no falta en los discursos de quienes pretenden llegar a un cargo, de esos que llaman de elección popular, aunque en sus programas de gobierno no se encuentran definidos los procedimientos que pretenden utilizar para su desarrollo, y mejorar la sociedad, porque el de educación es sólo un tema de conversación, debido a que su ejercicio responsable es obra en la que tienen una gran influencia el tiempo y la planeación, y quienes se ocupan de política están casi siempre desprovistos de tiempo, y son poco hábiles en asuntos de planeación, porque la realidad les impone la obligación de ocuparse de temas que provoquen la esperanza de soluciones inmediatas.

La confianza en la educación en toda sociedad, se afirma, por analogía, como un acto de fe similar a aquél que nos lleva a creer en lo invisible, porque Dios nos lo ha revelado, pues su existencia es más el fruto de la repetición de su nombre, que de la presencia de hechos que demuestren su eficacia en el cumplimiento de una misión de progreso social, que dice tener, porque la educación, aunque posa de conductora, su función se parece cada vez más a la de una pasajera que va haciendo observaciones o comentarios de admiración o desencanto, sin ninguna trascendencia, de lo que ve y escucha.

El tema de educación, en cuanto que está reseñado simbólicamente como una forma de ascender y de llegar algún día a ser, no mejor, sino más encumbrado, surte en la gente una sensación de seguridad de futuro, y por eso no se excluye en ninguna propuesta política, porque es una de esas promesas clásicas, que se prolongan en el tiempo, para garantizar la sostenibilidad del discurso político, pues si bien es cierto que la educación es considerada como un factor de desarrollo, reconocido en todas las cumbres internacionales en las que se habla de los problemas del mundo (se habla), y de lo cual siempre regresan, convencidos, los dirigentes nacionales, todo indica que cuando termina la emoción que produce el haber estado discutiendo holgadamente en una conferencia internacional, quienes dirigen el Estado, se cuidan de que su entusiasmo sea milimétricamente traducido en discurso, antes de entrar a generar reformas que concluyan peligrosamente en un exceso de calidad educativa, o de una adecuada orientación de la misma, o que el modelo educativo a imponer corresponda a las realidad social, porque la educación es, ante todo, un instrumento de adiestramiento y adaptación, y no se puede incluir, de buenas a primeras en el modelo de desarrollo, porque eso significaría conducir a la gente a ver las cosas claras, y entendemos que no es ésta la misión de la educación, cualquiera sea la ideología política del Estado, porque donde hay que conservar estructuras de poder, es decir, en todas partes, siempre queda algo oculto, para regular la conducta social cuando ésta se desvíe de su rumbo, y para eso está la educación.

¿Tiene el Estado, cualquiera sea su condición política, algún interés en abrirles los ojos a sus gobernados, involucrándolos en discusiones, que tienen como fin descubrir o idear formas de gobierno y de convivencia, para mejorar las condiciones sociales? Como discurso sí; como realidad no, porque mientras el poder sea un complemento, que el ser humano ansía tener, para someter al otro, o para subsanar deficiencias afectivas de quienes lo pretenden, porque lo consideran un medio idóneo para convocar el servilismo de los demás, la educación siempre será un instrumento a través del cual unos intentan modular el pensamiento y la conducta de otros, para someterlos, y es por eso que ésta no puede dejar de ser un tema de conversación, porque el día en que se convierta en uno de discernimiento, dejará de ser una esperanza.


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