Críticas de espectáculos

‘La guerra de los Rose’/Ados Teatroa

Del amor al odio

 

Obra: La guerra de los Rose – Autor: Warren Adler – Adaptación: Garbi Losada –  Produce: Ados Teatroa, Arequipa, New Atlantis y Pentación – Intérpretes: Carlos Sobera, Mar Regueras, Koldo Losada, Xabi San Sebastian y Mahor Galilea –  Escenografía: Markos Tomas y Peio Villalba – Iluminación: Xabier Lozano – Vestuario: La Gallina Ciega – Música Original: Joxan Goikoetxea – Dirección: Garbi Losada – Teatro Principal de Zaragoza. 27 de enero de 2011.

El pasado noviembre arrancaba la versión teatral de ‘La guerra de los Rose’ (novela de Warren Adler que narra como el divorcio de un acomodado matrimonio estadounidense acaba convirtiéndose en una lucha a muerte, llevada al cine por Danny de Vito en 1989) que firma Garbi Losada (Adler ya había realizado una adaptación teatral cuya suerte desconozco) y que el jueves se presentó en el Teatro Principal con un indiscutible éxito de público, que llenó el teatro y aplaudió enfebrecidamente al finalizar el espectáculo.

Siempre que se anuncia el estreno de un espectáculo teatral basado en una película (o en su caso una novela) no puedo evitar preguntarme si es que acaso no hay autores teatrales vivos o muertos (preferiblemente vivos) que hayan escrito algún texto (pensado ex profeso para el lenguaje teatral) que merezca la pena ser llevado al escenario. Dejando a parte mi preferencia por los autores teatrales que no tienen porque compartir quienes se entregan a la ardua tarea de producir y dirigir una obra de teatro, lo cierto es que se hace absolutamente necesario para que la propuesta funcione, puesto que el teatro cine y teatro hablan lenguajes completamente diferentes, que exista un profundo trabajo dramatúrgico que sea capaz de hacer que una historia que puede funcionar bien en la pantalla funcione igualmente bien utilizando el lenguaje de la escena.

Esto no está plenamente logrado en esta ocasión, ni a nivel de adaptación ni en el terreno de la dirección y la puesta en escena. Se recurre en demasiadas ocasiones al ‘humor genital’ en busca del chiste fácil, se utiliza de manera reiterada la figura del narrador, recurso que en el teatro (recordemos que es acción representada) no siempre tiene los resultados deseados. Pero sobre todo falta esa contrapartida a la comicidad que da la verdadera dimensión a la historia, ese ‘crescendo’ de ira y odio entre los conyugues que conduce al dramático final. No hay ira ni odio entre los Rose, y lo que en algún momento se nos intenta presentar como tal, no es creíble. La puesta en escena se hace repetitiva y previsible. No hay sorpresas ni audaces planteamientos que exijan ingeniosas soluciones. El resultado es demasiado artificioso y superficial, a pesar de un trabajo interpretativo esforzado pero orientado sin demasiado acierto.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón 29 de enero de 2011


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