El ‘aquí’ y el ‘ahora’
Una de las cosas más difíciles, desde mi punto de vista, que tiene el trabajo de un director de escena es ser capaz, cuando las circustancias y el trabajo de los actores lo sugieren, de dejar de lado la idea que tiene sobre el espectáculo, o más concretamente sobre la escena o escenas que debe dirigir, para lograr que el aquí y el ahora den forma final a esa idea primigenia, dando la vuelta completamente al esquema inicialmente pensado. Es algo que podemos extrapolar a la vida. Cuando tenemos pensada la forma de acometer una actividad, o de entender un suceso cualquiera, y la realidad le da un meneo a esa idea o modo de entender, cómo cuesta salir del esquema preconcebido, de la idea pensada, de la conclusión obtenida.
Suzanne parece haber encontrado la solución, el truco para que ese obstinado estatismo se diluya frente al torrente de nuevas fronteras por cruzar e ideas que surgen en el escenario. Después de tres semanas de ensayos, y de diversas charlas con algunos de los actores que llevan años trabajando junto a ella, es ésta, la capacidad de dejar que el aquí y el ahora influyan decisivamente en la puesta en escena, una de sus señas de identidad como creadora teatral. Lo cual se dice fácil pero se antoja complejo, al alcance sólo de unos pocos, al decir de mi experiencia. No desprecia nada de lo que sucede, ninguna propuesta es rechazada, en un principio. Su forma de montar la escena puede modificarse en un momento, para más tarde ser otra vez transformada. Es posible que su prestigio, ayude a que esto suceda. El respeto de toda la profesión y cultura sueca le dan sin lugar a dudas, calma y seguridad. O quizás es precisamente lo contrario, no lo puedo saber.
Esta virtud es algo que yo, como actor, agradezco enormemente. Y mis compañeros también. Da la sensación, que no puedo confirmar, de que es algo relacionado con su modo de estar en la vida, con su forma de entender este extraño viaje en el que todos nos encontramos.
Las escenas, poco a poco, se van dibujando, cada vez con trazos mas gruesos. Esta semana nos hemos trasladado a los locales de Stockholms Dramatiska Högskola. Instalaciones muy bien dotadas, como no podía ser de otra manera, aunque la sala de trabajo era muy estrecha, si lo comparamos con el enorme espacio de representación que vamos a utilizar. Esto ha encogido las escenas, lo cual creo que nos ha permitido valorar mejor el espacio real. No hay nada como la ausencia para dar valor a las cosas.
Nos hemos vuelto a enfrentar a nuestro público de referencia, ya casi un conocido, que nos devuelve muy buenas sensaciones sobre lo que está sucediendo con y en el espectáculo. El autor también asiste a los ensayos. Le suelo preguntar si le molesta cómo golpeo sus palabras, pero me sonríe y parece gustarle. En eso me siento más libre. La voz interior que dice «no te entienden» va bajando su volumen y está siendo sustituida por otra más amable que dice «confía». El satélite idiomático que soy está siendo, poco a poco, atraído por el planeta «idioma sueco». A ver si aterrizo con los pies y no con el…