Lágrimas
No ha sido una semana fácil. Antes de comenzar los ensayos recibí noticias feas. Mi padre murió el domingo por la noche. De modo súbito, aunque no sorpresivo. Esto ha hecho que perdiese, o quizás ganase, algún día de ensayos. Cuando regresé a Estocolmo, el miércoles por la noche, directamente al ensayo, fui recibido con abrazos y miradas cálidas. Era como regresar a casa después de un duro, difícil trayecto. Conmigo viajaban el reloj, las zapatillas de casa y una cartera que nunca utilizaba, de mi padre. Además de sus recuerdos. Es extraña la muerte. El país del pretérito imperfecto donde reina el nunca más.
Cuando leí el manuscrito lo primero que sentí era que mi papel tenía mucha relación con la persona que era mi padre. Ahora esa sensación se va a convertir en un hecho. Así le tendré cerca, junto a mí, pegado a mi personaje. Las lágrimas de su recuerdo se convertirán en escenas, en pequeños trozos de vida que ofreceré a quien quiera verlo. Le hubiera hecho ilusión. Él siempre quiso ser profesor de literatura, pero su pasado rojo se lo impidió. Usemos mejor los verbos. Se lo impidieron. Ahora formará parte de un personaje hecho para mí.
Se verterán lágrimas. De verdad.