Entrevistas

Marco Canale: “La ficción se me fue quedando corta ante cosas que iba viendo o viviendo”

Marco Canale es un autor nacido en Buenos Aires, formado en Madrid y residente en Guatemala, cuya obra ha ido creciendo en base a dos constantes: lo político y lo autobiográfico. Ahora, enmarcado dentro del Festival Escena Contemporánea, entre los días 1 y 3 de febrero en el Teatro Lagrada y los días 4 y 5 en La Nave de Cambaleo en Aranjuez, estrena ‘La puta y el gigante’, poniendo su voz y su cuerpo al servicio de una obra comprometida, escrita con rabia y con nombres propios: Álvaro Uribe y el diario El País. ¿Cómo definirías ‘La puta y el gigante’? ¿Cómo surgió el texto y de qué habla?
El texto nació de un viaje por el sur de Colombia, en las comunidades afrocolombianas del río Mira, y del cruce de este viaje con algo que venía arrastrando desde hacía un tiempo, que era leer la cobertura que El País hacía en Latinoamérica, en este caso del apoyo incondicional a la política de Álvaro Uribe. Y al estar allá, un conflicto que podríamos definir como ideológico, se hizo carne, escuchar a las personas que te hablan de las masacres de los paramilitares, reconocer los intereses económicos que hay detrás de ellas y que son invisibilizados, y de la relación de Uribe con los diferentes actores económicos de la región y con los paramilitares. Y empecé a escribir desde una rabia muy fuerte y apareció un texto que era como un vómito, y pensé que era solo una catarsis pero la obra fue creciendo desde ahí, con nombres y apellidos, con fragmentos de entrevistas, con per- sonas de carne y hueso que escriben en los medios o que forman parte del poder político, y analizando y criticando también mi lugar frente a todo esto.

¿No resulta paradójico que los que deberían ser los mayores garantes de la libertad de expresión –los medios de comunicación–, puedan ser quienes más la coarten?
Creo que el poder económico, que está por encima – y de la mano – del poder político, se ha invisibilizado, y esto tiene que ver con la propia relación de los medios con las grandes empresas y grupos de poder, que han tomado conciencia de que los medios son más que nunca los constructores de la realidad. Entonces cómo van a ser ellos los garantes de la libertad de expresión, si están relacionados directamente al factor clave para analizar la realidad. Esto es clarísimo en Latinoamérica, donde se habla de populismo y se remarca una y otra vez la ayuda al desarrollo, mientras se esconden negocios como la venta de armas o los millonarios contratos de las petroleras o las hidroeléctricas. Y hoy está empezando a pasar algo parecido dentro de España, donde se remarcan las supuestas grandes diferencias entre el PSOE y el PP, y casi nadie pone en duda en los medios masivos de comunicación si España debe o no seguir los mandatos de ajuste del FMI. Y uno ve cómo los políticos forman parte de los directorios de las grandes em- presas –sean del PSOE o del PP– y cómo se ligan a su vez a los medios de comunicación, y entonces creo que hay una libertad y una independencia que lastimosamente han dejado de existir.

Hablas también de plantaciones ecológicamente insostenibles que producen algo que luego se vende como “energía limpia”. ¿En qué consisten?
Yo siento que palabras como energía limpia significan poco si no se analiza en qué condiciones se están produciendo. Y cuando hablamos de agrocombustibles y analizamos el plan de Uribe en la región, vemos que las consecuencias están siendo terribles, porque se han talado miles y miles de hectáreas de selva que han sido ocupadas por un monocultivo –las raíces de la palma destruyen todo lo que hay alrededor– y que consume mucha más agua que los cultivos ancestrales de los que se alimentaban y que han desaparecido, lo que ha afectado a la soberanía alimentaria y la desnutrición. Todo esto desembocó en una plaga terrible, que ha dejado la tierra repleta de palmas muertas y como siempre, hay fuertes intereses económicos detrás, con la compra forzada u ocupación de tierra por parte de terratenientes y las amenazas y masacres.

¿Por qué representarla, cuando no eres actor? ¿Se trata de que sea un ejercicio de Verdad?
Sí, yo creo que sí, aunque bueno, la verdad siempre es compleja en el teatro. Pero sí que sentí que tenía que pararme a hacer yo este texto, a decirlo y sostenerlo con el cuerpo en el escenario. Por nombrar a personas con nombre y apellidos y porque de alguna manera es un texto que atraviesa también mi historia personal. Lo que es difícil pero también he descubierto que tiene muchas cosas lindas, que uno ahí dentro disfruta. Y hay una parte que es un misterio para mí, que supongo que se irá completando con el encuentro con los espectadores.

¿Qué proceso ha tenido ‘La puta y el gigante’ desde la finalización de su escritura hasta su puesta en escena? ¿Cómo se encarna toda su descarnada crudeza? ¿Qué es lo que van a ver los espectadores?
Llevo varios meses trabajando, con un entrenamiento que no tenía, claro, y trabajando desde mí mismo y por momentos desde una cierta teatralidad, hay una mezcla ahí que me interesa –y que está en otros trabajos que estuve realizando con actores no profesionales– y que es por donde voy indagando. Eso y la desnudez, tanto espacial como sonora y lumínica, estar ahí, que sea el cuerpo y la palabra, y poco más. Y con la crudeza, tratando de tener cuidado, de entenderla desde sus diferentes matices, para que no sea un grito que se sature, que se ahogue en sí mismo. Y quiero destacar que es un proceso que se ha alimentado de la relación con varias personas, empezando por la actriz y directora guatemalteca Patricia Orantes que me ha ayudado desde afuera en todo el proceso, de la maestra Charo Francés y el director Fernando Renjifo, que está haciendo la iluminación de la obra. Y destacar también el apoyo a un proyecto que podríamos llamar difícil, de personas como Alberto Núñez, director de Escena Contemporánea, de Pepe Henríquez, Laura Corcuera, Carlos Gil y retomando para atrás, de Iberescena y de la gente del PCN (Proceso de Comunidades Negras) con los que realizamos el viaje por las comunidades del sur de Colombia.

Lo autobiográfico es una constante en tu obra. ¿Encuentras que la ficción esconde más que representa?
Yo creo que ha sido una necesidad personal que fue creciendo, de alguna manera, la ficción se me fue quedando corta ante ciertas cosas que iba viendo o viviendo, pero creo que por la naturaleza en la que trabajamos, la ficción siempre es parte inevitable de nuestro trabajo, y que también nos permite adentrarnos en otros territorios poéticos, que son importantes para tratar de superar el bombardeo informativo que nos rodea. Que nos permite que las ideas que están tan vaciadas de contenido puedan tratar de cobrar una imagen o un sentido. Pero bueno, yo sigo escribiendo obras de ficción también, siempre tratando de que me atraviesen de alguna manera, porque sino siento que sale algo vacío o que al menos a mí, no me interesa.

Marco CanaleEstás involucrado en diversas luchas, colaborando con grupos de mujeres e indígenas de Guatemala. ¿De qué forma puede el teatro incidir en la política ante hechos específicos? ¿Trabajáis con técnicas del teatro del oprimido?
En el trabajo con las comunidades y con diferentes grupos, yo creo que la primera parte del proceso es un aprendizaje muy grande, ver las acciones cotidianas de gente que se está jugando la vida y eso te cuestiona y te alimenta a la vez, porque te lleva a una realidad que es terrible pero uno empieza a comprender el peso de muchas cosas, y se va un poco ese nihilismo, ese ya nada vale. Y en ciertas cuestiones, como en la relación con la tierra y con la muerte, me ha generado una reflexión que me ha atravesado y que aparece en la obra, y hablo tanto del pueblo maya como de mi más breve encuentro con las comunidades afrocolombianas. Respecto a la forma, es un trabajo que va desde la escritura a la dirección, la investigación de ciertas cuestiones y no sólo desde la actuación, para permitir que surja una creación propia, y no que por el hecho de ser social tenga que ser un panfleto o algo meramente comunicativo. Y entonces hay algo distinto en esto al teatro del oprimido, en la forma y por ahí en una búsqueda que trate de profundizar más en la experiencia individual y biográfica.

Entonces, ¿el teatro es un arma de doble filo en el sentido de que se dirige hacia el exterior (denunciar públicamente o dar a conocer un hecho) como hacia el interior (ofrecer respuestas a los protagonistas de esos hechos)?
Yo creo que el teatro siempre se basa en las preguntas y también en las respuestas, si entendemos por respuesta a decir lo no dicho, lo vedado, lo que está sistemáticamente oculto. Se trata de mostrar las estructuras que nos han sido negadas. Pero creo que siempre hay una pregunta que se hace hacia el interior, que es esencial, y que en La Puta y el Gigante, está relacionada a mi inacción, a mis miedos, a mi historia, al lugar que pude hasta ahora tener dentro de las cosas que me preocupan y quiero.

Naciste en Argentina, y actualmente vives entre Guatemala y España. ¿Desde el punto de vista del creador, cómo te ubicas en cada lugar?
Creo que todos los lugares me van conformando. En primer lugar, soy argentino, y eso es algo que forma parte de esa cosa medio pendenciera que aparece en la obra y también del fútbol, que ha sido un referente en el trabajo a la hora de entrenar, y desde el hecho de jugar desde que tengo cuatro años, de cinco. España, es el lugar en donde me relacioné más hondamente con el teatro, donde aprendí de gente muy distinta que me ha marcado. Y es un país que amo en esa veta que avergüenza a los apóstoles de la Europa primer mundista y moderna, y la que como digo en la obra, no pudo matar el progreso. Y Latinoamérica, es como mi casa grande, y Guatemala forma parte de ese lugar, un país que es lastimosamente, el cielo y el infierno a la vez, porque están pasando cosas terribles pero es uno de los corazones del continente.

¿Actualmente estás escribiendo alguna obra? ¿De qué se trata?
Ando peleándome con una obra titulada «Evita Montonera», que había escrito hace como cuatro años y que empecé a reescribir de la mano de una lectura de una mujer y actriz argentina que admiro mucho. Y de la versión anterior ya no queda más que el título. La obra habla de una época muy difícil de abordar, fuera de la mirada esa que muestra una y otra vez el horror. Y estoy escribiendo sobre ese personaje increíble que era Evita, sobre la huella que dejó, sus claroscuros, de la lucha de unos jóvenes que decidieron arries- garse a matar y morir frente a un poder que los estaba aplastando, y también de los propulsores de una reconciliación en la que personalmente no creo. Porque sería volver a desaparecer a los desaparecidos y dejar morir tranquilos a sus asesinos, que por suerte están ahora en una cárcel común. Del otro lado, ando con ganas de meterme a mi regreso a Guatemala con un trabajo de escritura o creación con miembros de las comunidades de San Miguel Ixtahuacán que están en resistencia frente a la Mina Marlin (de la canadiense Goldcorp), para hablar del camino íntimo, de las grietas personales y familiares, de la destrucción social y el intento de fomentar una guerra civil dentro de cada comunidad. Y hablar de lo que es una gigantesca mina a cielo abierto donde el oro se limpia con cianuro, en una modalidad que está prohibida en Canada desde principios del siglo XX, y que está afectando de manera directa a las comunidades que beben y se bañan del agua del río. Y tratar de seguir preguntándome como uno logra o no logra, pararse frente a todo esto.


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