Incendiaria en combustión

Malo será

«Aparece un incendio y lo apagamos con extintor. Esperando siempre que no salga otro». Como incendiaria (de combustión interna) declarada, no he podido reprimir el impulso de recuperar esta declaración del presidente de la Academia do Audiovisual de Galicia, Xosé Manuel Olveira Pico –un gran actor de los que dan grandes alegrías sobre los escenarios-. El pensamiento nacía en referencia a la falta de previsión de la Xunta a la hora de dar ayudas a los festivales de cine de Galicia, que no son pocos ni poco importantes. Tampoco son pocos ni poco importantes los festivales de teatro que se extienden por el territorio galaico y que para fortalecerse el pasado año 2010 tuvieron la bendita iniciativa de constituir la Asociación de Festivais das Artes Escénicas de Galicia.

«Aparece un incendio y lo apagamos con extintor», decía Pico en una clara crítica al culto a la improvisación que profesamos y que tan a menudo practican las instituciones. Y junto a las palabras de Pico, la lectora también podía descubrir un pensamiento del responsable del Consorcio Audiovisual, Anxo Quintanilla, quien apuntaba que «los festivales se harán de un modo u otro». Este último pensamiento connota más afán improvisador, un hábito que además se suma al «malo será»: esa expresión coloquial de la que alguna cadena de supermercados se ha apropiado como expresión máxima de la esencia del ser gallego y que puede asociarse a una especie de adormecedor optimismo benevolente.

Malo será que no se celebren los festivales, malo será que desaparezcan todas las compañías de teatro, malo será que porque no haya una Escuela Superior de Danza deje de haber intérpretes, malo será que desaparezcan las publicaciones de artes escénicas por la retirada de apoyos, malo será que los artistas revienten por inanición, malo será que se hunda otro petrolero y en el caso de que se vuelva a hundir, malo será que no podamos limpiar otra vez las rías de chapapote armados con sartenes. Y así avanzamos en el tiempo y en la historia. Y así recuerdo la frase (de Margaret Tatcher, si no recuerdo mal) que Ana Vallés recuperaba en el último espectáculo de Matarile bajo el título tan significativo de Cerrado por aburrimiento: «No es necesario apoyar a los artistas, de todas formas acabarán por llevar a cabo sus proyectos». Entonces, malo será. Malo será, de un modo u otro.

Es cierto que no podemos olvidar el poder de la improvisación como herramienta fundamental para la creación, como fórmula para encontrar lugares inesperados que ni sabíamos que estábamos buscando, como modo de descubrir elementos que permanecían ocultos. Pero tampoco debemos olvidar que la improvisación, dentro de sus tipologías, tiene una estructura que hay que respetar y que se enmarca dentro de procesos de trabajo delimitados y planificados.

La improvisación debe ser una parte del proceso, un elemento para encontrar respuestas que abran nuevas preguntas y no un comodín que nos permita salir del paso por la mínima. La improvisación debe ser el riesgo dentro de una estructura, no el clavo ardiendo al que agarrarse cuando estamos en riesgo.

Planificar y cohesionar ha de ser un objetivo. Planificar y cohesionar como están haciendo los festivales y como están proponiendo los diferentes colectivos que actúan y trabajan en el campo de las artes escénicas. Planificar y cohesionar mediante el tejido de redes necesarias que cubran los huecos que no cubre la administración y para obligar a la administración a reforzar las uniones creadas. Estructurar desde abajo, auto-estructurarse para fortalecerse, para necesitarse y para hacerse necesarios. Estructurar para abandonar el minifundio y sobre todo, abandonar el minifundio de la improvisación en materia de vertebración de la política cultural.

Es necesario consolidar un sistema vertebrado que pueda demandar apoyo desde la integración y la fortaleza, que pueda armar una estructura que le sirva de protección y que le aporte seguridad. Con improvisación solamente, la debilidad crece; solamente con improvisación, el riesgo del hábito por conformarse con lo mínimo aumenta; solamente con improvisación, la precariedad gana terreno. Con improvisación, integración y vertebración tal vez aparezcan más incendios, pero tendremos la seguridad de estar organizados para controlarlos más rápidamente sin perder la calma ni quemarse.


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