Cultura vocal: una visión personal
El jueves de la semana pasada tuve la oportunidad de presentar mi trabajo en co.lab que el Creativity Zentrum organiza una vez al mes. Co.lab es un espacio para que profesionales con ideas creativas, proyectos innovadores y empresas emprendedoras en cualquier campo tengan la oportunidad de darse a conocer. Fui animado a presentarme y lo hice. Tema: Cultura Vocal, enfocado a las relaciones en la empresa. Comencé por la cita que os lancé la semana pasada. ( Ver artículo ) Presenté mi visión de cultura vocal y el enfoque desde el que abordo el hecho vocal independientemente del contexto profesional.
¿Qué es Cultura Vocal? Buceando en internet, encontramos solo una entrada. En una página, titulada «Hablar bien en público»- What? Bien? Qué es eso? De acuerdo a qué referentes? A qué premisas? – se hace referencia al cuidado de la voz con el objetivo de no provocar una disfonía. Y, sí, es una parte importante. Pero quiero ir más allá.
Todos los profesionales con los que he tenido la fortuna de formarme (ver biografía) tienen un común denominador: cuando hablan de voz hablan de persona. La voz como la parte audible de la psique, del cuerpo emocional, del cuerpo físico, de la herencia musical, del bagaje auditivo social. Limitar el concepto de cultura vocal al mero hecho del cuidado funcional y físico es quedarnos cortos. Imaginaros que la voz es como un regalo en el que habéis invertido vuestro tiempo para pensarlo, buscarlo y elegirlo; vuestro dinero en comprarlo y, por último, lo habéis envuelto en un bonito papel y lo habéis llevado hasta las manos de esa persona que queréis.
Pues, nuestra voz es como ese regalo. En su creación intervienen nuestras tripas, nuestro corazón, nuestra mente y nuestra intención de llegar al otro, de comunicarnos con el otro. A través de nuestra voz entramos en contacto con el otro. Y aquí es donde, para mí, está la esencia de la cultura vocal: en el cuidado y la consciencia del impacto que tenemos sobre los demás a través de nuestra voz. Entramos de lleno en el terreno de las relaciones humanas. Y me doy cuenta que no le prestamos mucha atención. A veces, si la voz fuera nuestras manos, nos encontraríamos arañando, golpeando, ni tocando si quiera, tirándola como si fuera un escupitajo. Y no digo que tengamos que hablar como si fuéramos algodones. No. La escucha del otro y de nosotros mismos mientras hablamos, la regulación en la interacción, la valoración de nuestro sonido e imagen vocal, el ser conscientes de que para que exista la congruencia en la comunicación el mensaje verbal necesita apoyarse en el mensaje vocal.
El SER en un acto de CO-CREACIÓN con el otro dentro de un marco de respeto mutuo. Quizás es solo una utopía de un amante de la voz, pero ¿no cuidamos, y a veces, casi vigilamos nuestro aspecto físico, nuestra imagen, nuestras palabras, nuestros hábitos sociales? ¡¿Entonces?!En los escenarios en más de mil ocasiones es suficiente con que se oiga, se proyecte – cada vez estoy cogiendo más manía a esa palabrita, – y con que se entienda el texto. Traspasado a danza es como si nos conformáramos con que se vea que el bailarín se mueve desplazándose por el espacio sin prestar cuidado a los mínimos detalles del movimiento y del gesto. A mi juicio en muy pocas producciones se mima con rigor la voz y su presencia y lo que es peor, es que en muchas ocasiones, esto significa que se descuida al actor dando prioridad a todo un sinfín de aspectos técnicos, escenográficos, de producción. Porque, total, como el actor siempre se busca la vida… Y con esta «filosofía» de trabajo privamos al espectador del placer de escuchar y le reducimos la experiencia al mero trámite de oír. ¿No tendría que ser el teatro un referente válido para el uso de la voz en general y de la voz hablada en particular? Algunos me diréis que para modelos de uso de voz ya está la ópera o los musicales. Pero éste será otro tema. Lo prometo.