Una luz en la isla
Cuando le preguntaron a Nuria Espert qué significó la figura del crítico y periodista teatral Domingo Pérez Minik, (Santa Cruz de Tenrife, 1903 – 1989), ella dijo: «Para los que le conocimos y tuvimos la suerte de que nos quisiera, don Domingo era como una luz en la isla». Con este título se ha presentado en el cine Bellas Artes de Madrid un documental que recorre su obra y vida, a través de las personas que le conocieron: María Rosa Alonso, Nuria Espert, Eduardo Haro Tecglen, Emilio Lledó, José Manuel Caballero Bonald, Julio Llamazares, Fernando Delgado, Francisco Nieva, Martín Chirino, Ciryl Brian Morris, Cristino de Vera, José Luis Fajardo, Pedro González, Carlos Pinto Grote, Miguel Martinón, Luis Alemany, Juan Manuel García Ramos, Daniel Duque, Carlos A. Schwartz, Víctor Márquez Reviriego, Emilio Sánchez Ortiz, Alejandro Krawietz, José Manuel Cervino, Juana Rosa Cas, Rufino Plasencia, Julio Pérez, José Ángel Ezcurra y Pedro Altares.
Pérez Minik, promotor de la pionera revista Gaceta de arte junto a su redactor jefe, Eduardo Westerdhal, llevó a Canarias la primera exposición internacional del surrealismo celebrada fuera de París, en 1935, de la mano de André Bretón y Benjamin Peret, firmando el Manifiesto Surealista de Tenerife. En el documental se relata cómo Bretón, recién casado con Jacqueline Lamba, llega en un barco carguero de frutas; había llevado a Santa Cruz de Tenerife una exposición para vender: buena parte de la obra pictórica de Picasso… que nadie compró. Dirigió su mirada al teatro y literatura inglesa, afirmando que «vivimos desconectados a un pensamiento, que en otras épocas, política y literariamente, prestaba amplias resonancias a nuestro entorno» (Gaceta de Arte, nº 5. Sta. Cruz de Tenerife, junio de 1932, pág. 2). Su vínculo con el teatro fue apasionado, actuando y dirigiendo de manera aficionada y vocacional, y sin embargo, su Teatro europeo contemporáneo (1961) es un libro de cabecera y manual de estudio del teatro europeo del siglo XX.
Destacan las palabras del filósofo Emilio Lledó: «Domingo Pérez Minik pertenece a una clase, a una casta, a una raza humana distinta y un poco superior». Habían coincidido en la universidad de La Laguna, junto al periodista Juan Cruz, artífice y promotor de este documental. Lledó y Cruz, desgranan palabras de afecto y admiración por un hombre autodidacta, nada académico, muy cercano y conversador, en la presentación de la película, en Madrid. Su casa de la calle General Goded, nº 7, fue lugar de encuentros literarios, debates y gestación de proyectos. José Manuel Caballero Bonald define al personaje como «un faro que mira al fondo del mar, guía de navegante, y esto es un poco lo que hizo Pérez Minik, guiarnos a muchos de una manera noble y generosa».
El director de Una luz en la isla. Domingo Pérez Minik, Miguel G. Morales, ha dirigido más de diez documentales sobre personalidades de la cultura canaria, y éste, es el fruto de una investigación de más de tres años en los que se han analizado multitud de grabaciones, documentos sonoros y fotografías inéditas, algunas perdidas o restauradas, de los archivos de TVE y RNE. Prácticamente es el propio Domingo Pérez Minik el que se explica a sí mismo en la película, a través de diferentes entrevistas y del programa Contactos, que realizó el propio Pérez Minik a principios de los años 80 para TVE, apoyado, además, en más de 30 entrevistas realizadas a reconocidas personalidades de la cultura española.
Pérez Minik, cuyo verdadero nombre y apellidos eran Domingo Juan Pérez Hernández, inventó el seudónimo de «Minik» extraído de su primer nombre, que acabó usando como segundo apellido legalizándolo como tal. Republicano declarado y miembro del Partido Socialista, estuvo durante la Guerra Civil en la prisión de Fyffes de la capital tinerfeña. Obligado a mantener un forzado, largo y prudente silencio, en la posguerra, comenzó a desarrollar una amplia actividad como actor de teatro: primero del grupo Pajaritas de papel, pero sobre todo, en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife. En 1950 trató de reflotar la prestigiosa Gaceta de la época republicana, con el nombre de De Arte, logrando publicar sólo un número al ser la iniciativa mal vista desde la política. Participó en la creación y mantenimiento, con E. Westerdahl y Pedro García Cabrera, del suplemento Gaceta Semanal de las Artes (1958-65) en el periódico LA TARDE, y escribió en revistas nacionales e internacionales como Triunfo, Revista de Occidente, Primer Acto, Cuadernos para el diálogo, Cuadernos Hispanoamericanos, La Nación de Buenos Aires, Ibérica de Nueva York, en Ínsula de Madrid, en el Boletín de la Fundación Juan March, etc.; colaborando con los periódicos tinerfeños La Prensa, La Tarde y El Día, usando también el seudónimo de Enrique Arona y E.A’.
Presidió durante muchos años, hasta su fallecimiento, el Premio Nacional de la Crítica. Recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes del Cabildo de Tenerife, el Premio Nacional de Teatro y el Premio Canarias de Literatura.
Que su luz hermenéutica siga guiando a las próximas generaciones. Os invito a leer alguno de sus libros: Debates sobre el teatro español contemporáneo (1953); Teatro europeo contemporáneo (1961); Entrada y salida de viajeros (1969); Facción surrealista de Tenerife (1975); o Isla y literatura (1988), que recoge un centenar largo de sus artículos. Son de una tremenda modernidad.