Aclárate la voz

Ser silencio

Silencio, ese estado interno de escucha. Silencio, ese estado que recoge todo aquello que nos llega, al igual que una vasija recibe y aloja el agua de lluvia, la ve posarse y solo después de posada, miramos en su interior y ante nosotros aparecen con claridad las formas que refleja. Silencio, un estado que nos hace oír el nacer del sonido con su impulso y sentir su gestación hasta que el cuerpo lo pare en voz sola o revestida de palabra. Silencio, una intención íntima de recoger nuestra huella de voz en el espacio inmediato. Silencio que nos permite remodelar a golpe de voz, una y otra vez, la escultura sonora que estamos construyendo en el espacio, imagen fiel de quienes somos en ese momento. Silencio que permite dar movimiento al alma, y Sócrates se cuela por los entresijos de este texto. Silencio, una actitud de diálogo. Silencio, un estado genéticamente vivo, tierra creativa y fecunda. Silencio, algo que no vende en esta era de «marketings» de fórmulas de estimulación constantes, ruido donde se confunde excitación con bienestar; ruido donde se confunde ruido con comunicación; ruido donde se confunde diarrea verbal con expresividad; ruido donde se confunde sabiduría por información; ruido donde se confunde almacenamiento de datos con cultura; ruido donde se confunde calidad con cantidad….. Ruido ausencia de silencio que desenraiza, que nos desconecta de quienes somos.

Un apreciado amigo dice que los de ciudad no sabemos lo que es el silencio. E intuyo que tiene razón. Solo desde la escucha asentada en el silencio se puede oír y apreciar y recibir la resonancia interna de lo que oímos, de nuestra voz en el espacio, de nuestras palabras. No es el silencio de la pose callada e interiormente cerrada sino el silencio de la apertura interna para recibir y dejar vivir en nuestro interior aquello que nos llega desde fuera como desde dentro antes de mover respuesta. Silencio es dejarse tocar por dentro. Silencio quietamente activo, momento de descanso para el cuerpo.

Suele sorprender cuando en alguna clase de grupo señalo que existe la posibilidad de una clase de expresión vocal llena de silencio y solo silencio, sin voz. Silencio creativo. Veo que abrir esta posibilidad tiene un efecto de alivio. Alivio de la presión que ejerce la presunción de que una clase de voz, claro está, tiene que estar llena de sonido vocal. Abre la posibilidad de estar, sin tener que hacer, simplemente y nada más y nada menos que ser. Algo a veces vivido como algo peligroso porque si no hago, no sé con qué me voy a encontrar. Y encontrarse y reconocerse a veces es fuente de pavor, muchas más es fuente de placer. Solo al brotar el impulso y nacer la intención, la necesidad o el deseo de mover nuestra voz para comunicar será cuando surja la voz y podremos decidir, o no, darle vía libre a su expresión y de cómo hacerlo, con qué forma. Un acto de libertad y de responsabilidad. Sentimos, no somos responsables de lo que sentimos pero sí de lo que hacemos con ello, sea la voz, sean nuestras emociones traducidas a actos, sea nuestra vida. Y en el silencio germina la semilla.

Si seguimos la visión de Alfred Wolfsohn y su pensamiento de que la voz es persona, y si la voz nace del silencio, podríamos jugar con la idea de que la persona nace del silencio. Y, a veces, pareciera que no hacemos otra cosa que perdernos y ahogarnos en el ruido sin sentido.


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