Desnuda
«Es esclava de sus palabras y dueña de sus silencios», dice el dicho. No obstante, la realidad puede dar una de sus vueltas de tuerca y puede hacer que las palabras te conviertan en propietaria y el silencio llegue a esclavizarte (por miedo, por protección, por intereses, por libertad de no-expresión…) Puede ser que en medio de ese adueñarse del propio silencio, la apropiación incluso puede llegar a transformarse en autocensura.
Me ha pasado como a las que dan la vuelta al mundo en 15 o 80 días y pierden un día de vida. Yo, sin saber muy bien por qué, me he silenciado y con el silencio me he perdido una semana. He sabido que, sin quererlo, me censuraba.
Silenciarse o censurarse. Callar o intervenir. Mirar o actuar. Algunas personas me han insistido en las últimas semanas en que si estás creando, si estás en activo, no debes comentar (no digo criticar porque la crítica es un ejercicio bien complejo que no domino). Supongo que la advertencia viene de la certeza y la experiencia de que no vaya a ser que lo que se diga o se comente vaya a ser mal encajado y la cosa te venga de vuelta con creces. Supongo que si este miedo existe, si este «no deber hacer» y este «no deber decir» es así es porque las represalias existen y quienes carecemos de sentido de la realidad no acabamos de percatarnos. En fin, es la censura abierta o la autocensura de un panorama real en el que tanta protección nos vuelve al tiempo dueñas y esclavas de todo cuanto no hacemos.
También en estos días asistía a un debate sobre la crítica, siempre tan escasa y ya dudo si necesaria (ya que las críticas positivas se exhiben como trofeos y las negativas se vapulean hasta su extinción). Más allá de debatir sobre las cuestiones técnicas y el aspecto analítico que debe contener toda reflexión crítica, el debate del que hablo nacía de lo positivo o negativo que puede ser para la cultura de un país –digamos Galicia- hacer crítica de malos espectáculos, puesto que con silenciarlos sería suficiente. Pero entonces, ¿cómo se deja patente con criterios objetivos y analíticos que ese espectáculo no cumple sus pretensiones o comete errores en su perpetración? ¿El silencio lo haría entonces más dueño o más esclavo de la escena?
En este tiempo de callar y enmudecer, donde pierden la voz tantas iniciativas pero otras encuentran nuevos apoyos y solidaridades, dueña de sus silencios y sobre todo de sus acciones en este 2011 ha nacido la revista «Núa». Bajo la coordinación de Diana Mera y Julio Fernández, «Núa» ha surgido para dar voz y espacio a la creación de corte más contemporáneo y que apuesta por la mezcla de lenguajes. Precisamente, esta semana «Núa» presentaba su segundo número en la Sala Nasa de Santiago de Compostela bajo el título II Encuentro de Procesos de Creación. El programa incluía además la continuación del proceso Anaglifo de Begoña Cuquejo y las intervenciones Oiseau rebelle, de Funboa Escénica, S/T Resaca de domingo, de María Roja, Fran Buceta y Berio Molina, Livingroom de Joshua McCarey y ( ) de Julio Fernández.
Con una intención de hacer visibles los nuevos lenguajes, las nuevas creadoras y los procesos de creación, esta revista cuatrimestral escrita en gallego cuenta entre otros con artículos como «El teatro entre rejas», de Mariana Carballal; «La performance teatral» que firma Alberto Kurapel; «Feldman y Beckett. La antiópera: Neither», de Marcos García Barrero o las notas sobre el proceso creativo de «Citizen» elaborado por Xesús Ron y la entrevista con Ana Vallés.
Tan desnuda y tan bien vestida y mimada, tan personal y tan singular, «Núa» nace con mucha voz para hacer que todo hable: ya sea con silencios, con gestos, con miradas, con danza o con palabras. Y que nadie se abstenga por lo que pueda pasar.