El Hurgón

Tlaquepaque-Jalisco: un lugar en donde la palabra vale

Siempre existe la idea de que la gente que más habla, y que lo hace con elegancia, donaire y capacidad de convicción, es aquella que más comprende, que más acuerda, y que más cerca está de generar una convivencia pacífica con los demás; pero la experiencia nos enseña que no siempre es así, y que mucha de la gente que más habla, es la que más yerra, porque en medio del entusiasmo que le produce al hablante, ser escuchado, y a veces, admirado, éste termina agobiado por el lenguaje emocional y se aleja pronto del racional.

Esto ocurre, con frecuencia, en el entorno de quienes cuentan historias, o cuentan cuentos, o como quieran llamar a esta actividad, cuando cunde entre ellos el fortalecimiento del ego, que es exactamente el mismo que se apodera fácilmente de quien consigue conquistar aplausos.

Benjamín Briseño, un contador de historias mexicano, a quien sin lugar a dudas su cercanía con la academia (conduce, en compañía de Edna Rivera, otra contadora de historias, un espacio de estimulación y descubrimiento del placer de escuchar, por encargo de la Universidad Autónoma de México), le ha servido para comprender los desahucios a que puede estar sometida cualquier actividad humana, cuando no hay armonía, y cuando entre quienes la desarrollan se fortifica más el ego que la devoción y la técnica, y quien preocupado por lo que define, en voz baja, para no ocasionar malas interpretaciones, como el enfado de la vida es una respuesta a la dispersión de la palabra, tuvo la gran idea de hablar con gente que se preocupa por averiguar qué sucede cuando se habla tanto, sin ser consciente de ello, para proponerles la convocatoria a un Encuentro de reflexión sobre dicha materia.

Tanto la suerte, como la calidad en su trabajo, en el que se advierte siempre la frescura del relato, le valieron para que en Jalisco, un Estado mexicano caracterizado por su pujanza cultural, y que se cuida mucho de «no rajarse» le prestaran atención a su propuesta de realizar un Encuentro (que se entienda, un Encuentro, que no tiene nada que ver con un festival, porque la expresión misma convida a pensar en reflexión), para convocar a narradores orales de su ahora muy conflictivo México, en el que la palabra no parece estar al mismo ritmo de las dificultades de la convivencia, con la intención de abrir un espacio de análisis para averiguar si la narración oral, en su país, es una actividad al servicio de los personalismos, los protagonismos y la alimentación de los egos, o, por el contrario, una gestión para zanjar las grandes dificultades, y los temibles desacuerdos, a través del relato.

El Encuentro de Narradores Orales propuesto por Benjamín Briseño, no para contar, sino para pensar, que es algo que a veces se olvida, por el deseo compulsivo de estar contando, se llevó a cabo en la localidad de Tlaquepaque, Jalisco, entre el 2 y el 3 de junio, y asistieron a él representantes de ciudades y Estados mexicanos en donde hay mucha gente contando, y otra, con deseos de hacerlo, que aseguran estar en sintonía con las preocupaciones de Briseño acerca de la dispersión de la que ahora es víctima la palabra.

El esfuerzo económico para hacer posible la realización de esta jornada reflexiva lo hizo infolectura, una asociación dependiente del diario El Informador, de la ciudad de Guadalajara, la misma que se da el lujo, cada año, de celebrar una de las ferias del libro de mayor nombre en América Latina, y uno de los festivales de cine, también de gran prestigio. Infolectura, valga la aclaración, es responsable de un importante programa de promoción de la lectura en el Estado de Jalisco, y organizó el Festival Cultural de las Letras Caleidoscopio 2011.

El objetivo de Infolectura y los asesores del encuentro, entre quienes sin lugar a dudas debió estar Briseño, fue propiciar un espacio de diálogo para que los narradores hablaran sobre su quehacer, la misión del mismo, la problemática para realizarlo, sus inquietudes ideológicas, y las múltiples experiencias que cada uno ha desarrollado, para seguir impulsando la existencia de esta nueva expresión artística denominada Narración Oral.

Por considerar de importancia las conclusiones que Benjamín nos ha hecho llegar, porque contribuyen a hacer una crítica sana y exenta de ironía y escarnios, en nuestra próxima columna seguiremos hablando del tema.


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