Aclárate la voz

Parecer

Parece que el movimiento es de credibilidad fibrosa. Parece que surge de algún lugar más allá de la piel. Parece que la voz llega consistente, hecha de realidad y firme de presencia. Parece que atrae mi atención y de alguna manera podría parecer que me seduce. Pero, parece. Solo parece porque no siento que me toque el corazón. No me hace vibrar con facilidad. No me lleva. Siento en mí un esfuerzo: el esfuerzo de potenciar la atención. El esfuerzo de construir una sonrisa de mi parte, como forzada. Dejo un margen antes de intervenir. Sigo escuchando, sintiendo. Desgrano las sensaciones de la situación para descubrir el origen de ese particular tipo de esfuerzo. Quizás sea mío en el intento de ser tocado. Intento. Quizás nazca en la otra persona que, en su intento de querer dar lo mejor de sí se apoya en el esfuerzo de la voluntad…  El esfuerzo de la voluntad. La presión de dar un resultado óptimo y rápido. Aquí está. Esto es lo que pasa. Un despliegue de actividad física que pone a la totalidad del organismo en sobretensión. Objetivo: conseguir el efecto deseado en el destinatario de ese trabajo. Una meta determinada, casi siempre, por la parte mental.

 

Ya ir directamente a dar el resultado pasando superficialmente por los medios que llevarían a producir tal o cual matiz vocal ya es, en sí mismo, delicado. Implicaría haber transitado esos caminos hasta llegar a hacerlos a ciegas. Ir directos a por la imagen vocal prediseñada desde lo mental puede traernos serios problemas vocales. Ir a por el resultado supone que ya tenemos claro el qué y el cómo. La imagen vocal presupuesta no es más que una idea mental de algo que en realidad no tenemos ni idea de cómo va a ser. Hacerlo con prisa y sin explorar los caminos nos puede conducir a realizar una máscara vocal de mercadillo chino que a la segunda vez que te la pones la cara se te llena de sarpullido y del floreciente urticaria cual campo lleno de trigo lleno de amapolas. A primera vista da el pego. Parece. Pero, eso, solo parece. Voluntad, prisa y presión no son una combinación demasiado benévola con la salud vocal. ¿Por qué será que está tan bien valorada la voluntad y el esfuerzo?¿ Por qué será que cuando vemos a una persona esforzándose voluntariosamente para llegar a su meta nos mueve una respuesta de seria consideración y asentimiento positivo con la cabeza? No quiero quitarle valor a la voluntad y al esfuerzo pero, a veces, con la voz no hace buen matrimonio.

 

Como casi todo, una vez más es cuestión de grado y de donde se coloca esa voluntad esforzada. Pero y ¿qué pasa con el placer en la voz? ¿Con el placer de sentir su movimiento? Claro, para ir desde ahí necesitamos abandonarnos, darnos tiempo, transitar sin la presión de la producción de resultados que, supuestamente, parece reclamar a boca abierta el callado oyente. Lo curioso, es que desde el placer se consigue llegar al mismo lugar, de una forma más sana y con menos precio para el organismo. ¿Por qué será que el placer es prácticamente desterrado de los procesos de formación y no digamos ya de educación reglada? No señalo en ninguna dirección, que conste. Aún recuerdo cuando trabajando con una compañía, en aquellos, tiempos en los que yo luchaba por ser actor, se me ocurrió decir que estaba disfrutando más. Me miraron como si vieran un extraterrestre. Qué manía con el esfuerzo, el sufrimiento y la dichosa voluntad! Relajémonos, centrémonos, escuchemos y dejémonos llevar por aquello que va surgiendo e iremos encontrando aquello que buscamos. Pongamos tiempo y humildad. Ahora bien si solo buscamos dar el pego y parecer, pues prescindamos del tiempo. Eso, sí a la larga hará falta soltarse la cartera para pagar el logopeda. Ustedes elijan.


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