Aclárate la voz

Creación, vida y actuación

La semana pasada acababa citando a Kristin Linklater, «…es que el profesor debe estar lo más sano posible desde el punto de vista psicológico y emocional».

1995. Volvía de Londres con los bolsillos llenos de experiencias vividas en primera persona que me habían abierto la voz, los ojos y el pensamiento hacia nuevas formas de estar desde la voz, nuevas formas, para mí, de acercarse y ahondar en las fuentes creativas del universo personal, nuevas formas de dar forma visible y audible a la riqueza íntima de la que se nutre cada creador; Voice Movement Therapy, Técnica Alexander, Los 5 ritmos de Gabrielle Roth, Dynamics Voice Therapy, Biodanza. Todo aquello fue un impulso en la espalda hacia un mundo de posibilidades a explorar que se abría ante mí. Aquí me encontré con el método Mezières, y con el D.F.A. que me ayudaron a enraizarme más en las sutilezas del interior de mi cuerpo; con el Análisis Bioenergético, que puso orden, intensidad, claridad, integración y conocimiento a todos los niveles y los terapeutas con los que tuve la suerte de encontrarme me ayudaron a ir encontrando respuestas a preguntas que también traía en mis bolsillos. En el terreno artístico tuve el honor de toparme con profesionales como María Martínez, desde la danza y a la Compañía UR Teatro, con su proyecto «Romeo y Julieta». Resonaban con aquel camino, que aún incipiente, había ya comenzado a recorrer.

Sin embargo, y a pesar de una respuesta de curiosidad por parte de ciertos sectores de la profesión que quiso ir conmigo en parte del camino, me encontré con reacciones que me dejaban con la boca abierta y los ojos de par en par buscando entender. Reacciones lanzadas, a veces, con hostilidad manifiesta y, otras, ocultada en los dobleces de sus enrevesadas disquisiciones mentales. Su mayor pavor y ataque era el que yo me pudiera estar dedicando a hacer terapia con los actores o con los estudiantes. Incluso tenían prejuicios a que un alumno o actor hiciera psicoterapia. Con el tiempo comprendí que era el propio terror a su mundo emocional y psíquico. Curioso. ¿Profesores y directores que quieren la verdad en el escenario, que dicen que la materia prima del actor es él mismo y que entran en pánico cuando el actor o el alumno se encuentra cara a cara con algo íntimo sin resolver en la mitad de un ensayo o una clase? ¿Profesores o directores que estimulan, agitan y revuelven al alumno o al actor y luego ni siquiera crean un espacio para escuchar aquello que perturba que no ayudan a darle orientación e incluso le taponan?

Para mí era obvio que mi función no era hacer terapia de grupo. Ninguno de los que estábamos allí teníamos ese objetivo. El foco estaba puesto en la formación o en la creación artística. Jasone Alba, profesional estupendísima con la que tuve la oportunidad de compartir algunas clases, tenía una expresión que- disculpa Jasone- luego hice mía; cada vez que surgía un obstáculo de índole personal que interrumpía el proceso creativo decía «barra libre». Es decir, sentémonos y hablemos de lo que está sucediendo. Yo, a veces, digo «ok, traigamos los fantasmas a tierra». Esto no es terapia. Todo trabajo creativo tiene un punto de terapéutico, pero de esto, a la psicoterapia… hay miles de millas de distancia.

Por elección propia me muevo en ambos territorios, el de la creación del día a día de nuestra propia vida y el de la creación con un fin artístico. Paseo por sus fronteras a diario. Ambos con sus propios marcos estructurales, primos pero no hermanos; ambos con sus propios códigos de relación, no extraños entre sí pero diferenciados. Ambos con una fuente común pero finalidades distintas. Y aquí la claridad del profesor o del asesor vocal, volviendo al terreno artístico, necesita ser absoluta. Y es esencial saber acoger aquello puede traernos el proceso creativo artístico y canalizarlo.

«El milagro de la voz es que conecta ambos fueros de la persona, el interno y el externo, y que la profundidad del arte con que la voz es desplegada por el actor depende de la profundidad con que éste conecta con el proceso creativo interior y el objetivo de su viaje hacia el exterior» Kristin Linklater.


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