Alice Miller: denunciando la raíz
La herencia cultural histórica heredada con sus modos de gestionar el día a día; la cultura reinante de la época en la que nos toca vivir; el ámbito social en el que nos desarrollamos; los devenires de la adolescencia entre modelos elegidos y bailes hormonales; el ambiente familiar en el que damos nuestros primeros pasos; la cualidad de los vínculos primarios construidos de contacto de piel a piel, de mirada a mirada, de sensación a sensación, de voz a voz con sus aromas nutrientes y tóxicos vapores de enfermedades emocionales embotellada no reconocidas; las adaptaciones de nuestro cuerpo a las exigencias del medio en el que vivimos y a lo que vivimos; nuestras elecciones más o menos conscientes. Todos estos elementos juegan un papel activo en el modelaje de nuestra voz, y forma de hablar; en nuestra forma de percibir, de sentir, de interaccionar con el otro. Pero hay un elemento potencialmente nocivo hasta lo inimaginable, la educación. La educación, que dependiendo desde donde se haga y cómo se haga puede llegar a deshumanizarnos. La historia escrita está repleta de trágicos ejemplos, los periódicos nos hablan de sin sentidos, en la televisión se aplaude y se hace negocio con ideas enfermas, desde un punto de vista psicológico, eso sí disfrazadas de argumentos sociológicos – léase, Gran Hermano, Supervivientes y reality shows similares. ¿Se ha parado alguien a cuestionar nuestros modelos educativos? Sin duda alguna, si. Pero, entre todos ellos quiero detenerme en Alice Miller (1923 – 2010).
Alice Miller, nace en el seno de una familia hebrea en la ciudad de Lemberg (antigua Polonia, hoy territorio ucraniano). Creció y estudió en Suiza. Doctora en filosofía, psicología y sociología hasta 1988 tiene un papel relevante en la Sociedad Suiza de Psicoanálisis de la que se separa debido a fuertes discrepancias de base en relación a la posición ideológica y cultural sobre las pulsiones. Desde entonces se autodefine como «investigadora de la infancia». Uno de los puntos de inflexión fue el descubrir a través de la pintura creativa que comenzó a practicar, contenidos y verdades de su propia vida que hasta el momento habían permanecido convenientemente tapados por los propios tabús del psicoanálisis practicado en ese momento.
Con el término «pedagogía negra» nombró todas las atrocidades que se infringen a los niños en el proceso de educación – alguno diría, La Mala Educación – con el objetivo de mantener el status quo cultural. Por tu propio bien, cachetes; por tu propio bien, la letra con la sangre entra; por tu propio bien, no disfrutes de tu cuerpo; por tu propio bien, no cuestiones a los padres; por tu propio bien… Basándose en la psicohistoria recorre la vida de Adolf Hitler, Friedrich Dürrenmantt, Virginia Wolf, Kafka,Pablo Picasso,Friedrich Nietzsche, Buster Keaton, entre otros, y muestra la relación entre su historia infantil a manos de la pedagogía negra y el camino trazado en sus vidas. En una reflexión-denuncia, publicada en «El País» el 6 de Junio de 2004, bajo el título de «Maltrato y perversión» desmenuza a un nivel psicológico y educacional unos hechos que escandalizaron al mundo. «Los soldados pervertidos son el fruto de una educación que inculca la violencia». Un ejemplo claro de cómo la negación, el encubrimiento de los sentimientos, y el falso perdón a los verdaderos culpables y responsables de nuestras heridas en la infancia potenciado por las religiones, sistema educativo, padres, producen un efecto de desplazamiento de emociones reprimidas hacia chivos expiatorios.
La idea principal en todos los escritos de Alice Miller, gira en torno a que los seres humanos prefieren no conocer la propia verdad de su niñez. De cómo nuestra vida posterior se construye a partir del trato recibido y de cómo esto nos lleva a repetir las formas educativas traumatizantes en nuestros hijos, perpetuando así «El Drama del niño dotado».